La irrigación en las regiones áridas y húmedas
Cada día aumenta más el número de hectáreas irrigadas en regiones áridas y aún en aquellas zonas en que, aunque húmedas, poseen un régimen irregular de precipitaciones.
En las regiones áridas el factor preponderante es la falta de agua. De todos modos, la planificación del riego es a menudo más fácil cuando los cultivos no dependen de la lluvia para su natural crecimiento.
Se obtienen óptimas cosechas manteniendo la alta fertilidad del suelo y una buena capa de tierra de condiciones adecuadas, teniendo cuidado, además, de emplear solamente semillas seleccionadas.
Existe pequeña diferencia entre los principios que rigen la obtención de una buena cosecha en campos irrigados en regiones húmedas o en regiones áridas. La planificación del riego es ¡ más difícil, sin embargo, en las primeras porque no es posible predecir infaliblemente la ocasión y cantidad de lluvia que pueda caer en esas zonas. Las aguas para el riego pueden obtenerse de diferentes maneras. Alevinas veces se aprovecha la de los ríos o arroyos, cuyos cursos se desvían mediante presas, que sirven para contener enormes cantidades de agua y con ella hacer frente a las necesidades de la zona en las épocas en que las lluvias escaseen o sean nulas. Desde esos grandes lagos artificiales, las aguas son conducidas hasta los campos por medio de acueductos de irrigación o también por otras conducciones especiales.
También puede aprovecharse el agua que se encuentra bajo la tierra, perforando pozos que la llevan hasta la superficie.
La cantidad de agua necesaria para el riego depende de numerosos factores, que varían según la región que se deba proveer del precioso elemento.
Los factores primordiales son el clima, la cantidad y la distribución de las lluvias, la temperatura, el estado higrométrico de la atmósfera, la nubosidad, la clase de plantas que se cultiven, y la naturaleza del suelo.
Si el clima es cálido y seco, se ha de necesitar mucha más agua que si la región posee un clima templado y húmedo. En cuanto a la naturaleza del suelo, si éste es arcilloso y, por lo tanto, más compacto, requerirá riegos más abundantes, pero espaciados, para evitar la acumulación de humedad, que puede ser perjudicial para muchos cultivos. Si, en cambio, el suelo es muy permeable, arenoso o muy suelto, los riegos serán muy frecuentes, pero con escaso caudal de agua cada vez.
En lo referente a la clase de plantas, las necesidades de éstas en cuanto a humedad son tan variadas como su número, desde algunas que, como el arroz, exigen grandes cantidades de agua, hasta otras que requieren un grado muy poco elevado de humedad para su crecimiento.
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