EN EL BOSQUE - Par Lagerkvist
Recuerdo que un domingo por la tarde, cuando yo tenía unos diez años, mi padre me tomó de la mano y fuimos de paseo al bosque a oír el canto de los pájaros. Con las manos libres iniciamos un gesto de despedida hacia mamá, que tenía que preparar la cena y no pudo venir con nosotros. El sol brillaba fuertemente y nos pusimos en camino con decisión.
No tomamos en serio lo de los pájaros, como si fuera algo especial o fuera de lo corriente. Mi padre y yo éramos muy sensatos y estábamos acostumbrados al bosque y a todas sus criaturas. Lo importante era que papá estaba libre el domingo por la tarde.
Fuimos a lo largo del ferrocarril, donde la gente no podía ir, pero en el que papá trabajaba y tenía por tanto derecho a pasear. Evitamos así el rodeo y llegamos al bosque en línea recta. Entonces el canto de los pájaros y todo lo demás comenzó de pronto.
Currucas, tordos, cerrojillos gorjeaban entre los matorrales y con ellos oíamos todos los ruidos de las criaturas del bosque. El suelo estaba cubierto de anémonas, los abedules mostraban sus nuevas hojas y los pinos tenían ya brotes verdes. El olor era por demás agradable y de la tierra humedecida se desprendía un ligero vapor al contacto del sol. Por todas partes había ruido y vida; los abejorros salían de sus agujeros, las moscas de agua volaban sobre los charcos, los pájaros se lanzaban desde los matorrales para cogerlos y volvían a ocultarse.
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