BREVE HISTORIA DEL PEINE
Cuando el hombre primitivo comenzó a fabricar utensilios, uno de los primeros que creó su ingenio fue el peine.
Antes de eso utilizaba la mano para echarse hacia atrás la larga cabellera y por este motivo los primeros peines hechos por aquellos desconocidos artesanos de la Edad de Piedra, tuvieron la forma de esta herramienta universal: una mano abierta, hecha de madera, hueso o asta. Luego, con la aparición de los metales, los peines se hicieron sucesivamente de bronce, cobre, hierro y también de materiales preciosos, como plata y oro.
A más de un utensilio de aseo personal, los pueblos de la antigüedad consideraban al peine un elemento de uso religioso. Las mujeres lo llevaban colgando del cuello a modo de amuleto; los griegos primitivos, de culturas anteriores a la época de los poemas homéricos, consideraban que el sacerdote debía pasarse un peine por la cabellera antes de acercarse al altar, y esta costumbre persistió entre los pueblos helénicos y romanos hasta los albores de la Era cristiana.
Una demostración de lo difícil que es desterrar ciertas costumbres humanas, es precisamente la supervivencia de esta tradición en Inglaterra, donde hasta el siglo xvi los abades se sometían a un peinado litúrgico antes de ser consagrados. En cuanto a la forma, desde la más remota antigüedad hasta nuestros días apenas ha variado.
Más ancho o menos, más largo o más corto, el peine sigue siendo semejante a los primeros que fabricó el hombre, aunque se hayan abandonado los metales preciosos en favor de los materiales plásticos, más livianos y económicos.
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