Ejércitos de orugas que devastan bosques y detienen trenes


Podría escribirse un libro entero, con sólo enumerar las maravillas de la vida de las orugas, de los capullos que hilan y de tantas otras hazañas que realizan. El mismo gusano de seda pide una especial atención, y por ello le dedicamos en otro lugar un estudio. Es naturalmente muy importante, y rica en útiles enseñanzas, la historia de los perjuicios que causan las orugas; pueden llegar a despojar de sus hojas a todos los árboles da un bosque, y cuando, como ocurre en algunos países, se ponen en marcha formando grandes multitudes, pueden detener un tren, impidiendo que las ruedas agarren en los rieles. Pero sigamos con el relato de la etapa final de sus vidas.

Tan pronto como se convierte la crisálida en mariposa, seca sus alas y vuela en busca de un compañero. En general, los machos son más hermosos. Una hembra demasiado vistosa podría atraer sobre sí la atención de sus enemigos, mientras efectúa la puesta. El peligro no es tan grave tratándose de los machos, pues a los pocos días de nacidos terminan sus vidas. Pero no por ello dejan de tomar sus precauciones. Ciertamente son visibles desde lejos, mientras vuelan, pero al pararse, diríase que desaparecen; aquellos colores, tan visibles como los del ave del paraíso, cesan de ser notados.