Un animal que nos proporciona abrigos y gorras de piel


El grupo de los pinnipedos con orejas comprende animales de cráneo robusto, con grandes crestas; al caminar, vuelven las extremidades hacia adelante y andan sin arrastrarse, levantándose sobre los cuatro miembros, los que terminan en dedos extraños que se continúan por una piel que da la impresión de dedos de guante vacíos. Hay dos formas bien distintas de estos animales, según que tengan el pelaje constituido por pelo corto y sedoso solamente, o que presenten una capa de pelos duros debajo de los cuales hay una especie de lana espesa y suave. El primero de estos animales es el león marino, cuyo macho, de color pardo leonado, llega a medir más de 3,50 metros de longitud, con su característico cuello grueso revestido de una melena corta.

Vive en las costas del Pacífico y del Atlántico de América austral, donde se lo denomina lobo marino de un pelo. En la parte boreal del Pacífico, existe una especie afín que se denomina león marino del norte.

El segundo, es el oso marino, que se caracteriza, además de su pelaje distinto, porque no tiene melena. Hay una especie llamada oso marino del norte, y otra oso marino austral más conocido como lobo marino de dos pelos. Los machos del oso marino son aproximadamente cinco veces mayores que las hembras.

Las pieles de los osos marinos sirven para confeccionar abrigos u otras prendas de invierno muy apreciadas. La piel de las focas es peluda, y puede tener diversas aplicaciones: pero ninguna otra especie posee esa piel de abrigo, que resulta tan fina y hermosa después que la ha adobado el peletero, quitándole los pelos bastos y tiñéndola de manera que su color natural, pardusco, se convierta en negro lustroso.

Estos animales eran en otro tiempo muy abundantes en el norte del Pacífico. Se reúnen en manadas que van nadando por alta mar durante la mayor parte del año, durmiendo sobre la superficie y nutriéndose de peces; sin embargo, en la primavera, las del hemisferio septentrional se vuelven todos de cara al Norte y toman rumbo hacia el mar de Behring. Su propósito es alcanzar ciertas islas de aquellos parajes, apartadas del continente, y permanecer en ellas hasta que nazcan sus hijuelos, uno por cada madre. Solían, en tiempos pasados, reunirse en esos islotes millones de osos marinos, verdaderos ejércitos compuestos de numerosas hembras guiadas por un gran macho. Esa enorme multitud se arrastraba por las playas y trepaba a las lomas; se quedaban en las islas durante los dos o tres meses de verano, sin tomar alimento alguno; y, cuando al llegar el mes de setiembre empezaban a marcharse, se hallaban tan sumamente débiles, que apenas si podían arrastrarse; además, había entre ellas miles de pequeñuelos que todavía no sabían nadar, cosa que es preciso enseñarles.

Parecía, en aquellos tiempos, que por grande que fuera el número de focas que matasen los cazadores, volverían otras tantas a las islas al año siguiente; pero, después de pasados algunos años, se notó que disminuían, y ahora, tras un siglo de continua carnicería, tan sólo queda un pequeño grupo, que acude a una de las islas, donde solían antes reunirse en incontables multitudes. Los gobiernos de varias naciones han intentado de diversos modos poner coto a la matanza y conservar la especie. Pueden, efectivamente, proteger a los osos marinos, mientras éstos crían en las islas, pero no hay medio de preservarlos de los que los persiguen en barcos rapidísimos, procedentes de los puertos de Estados Unidos, de Rusia, de Canadá, de Japón y de China, y que los matan en alta mar. Otros osos marinos de costumbres semejantes a éstos se cazan en las costas de América del Sur, donde los llaman lobos marinos y a los lugares donde se reúnen, loberías. Las focas, de igual modo que los osos marinos y que las morsas, pueden cerrar herméticamente las ventanillas de la nariz, de manera que no penetren en ella cuerpos extraños. Esta facultad les es indispensable cuando se hallan bajo el agua y entonces pueden permanecer sumergidas mucho tiempo, sin respirar. Ofrecen otra particularidad curiosa, y es que si bien en el mar, y nutriéndose de un modo regular, se ponen sumamente gordos, pueden estar sin comer por espacio de tres meses seguidos.