El camello se deleita con hierbajos amargos y agua salada
La mísera vegetación del desierto constituye el alimento natural de este animal. Donde otros animales perecerían de hambre, él vive y prospera. La preferencia del camello por los hierbajos amargos y el agua salada causa verdadero asombro, y parece increíble que pueda mantener su vigor con tan pobres recursos. Si el camello necesitase los mismos alimentos que el venado, la vaca o la gamuza, la historia humana sería diferente.
El hombre no habría atravesado nunca el desierto, y las estepas hubiesen sido una barrera infranqueable entre Europa y Asia. Salomón no hubiera podido construir su templo de Jerusalén; los fenicios no habrían podido llevar sus mercancías a las costas; el té, las especias, las sedas y las joyas de Oriente no hubiesen llegado nunca a nosotros sin el concurso de los camellos.
No olvidemos que antes de que los mares se surcaran con regularidad, todo lo que nos venía de la India, China y demás países orientales fue conducido totalmente sobre lomos de camellos, que eran capaces de digerir alimentos que para cualquier otro animal de los que se sirve el hombre hubieran sido verdaderos venenos.
Y todo se hizo bajo gruñidos de protesta y atentados de muerte contra los hombres que conducían a estos buques del desierto. Pero los conductores de camellos han tenido una ley propia e invariable. Su divisa ha sido siempre el dominio de la bestia.
Hubo un animal famoso al servicio del gobierno británico en la India, bestia indómita y feroz. Fue odiado, y también muy temido, porque había matado a dos hombres. Por este acto, su conductor le puso un manojo de plumas de avestruz en la cabeza y lo colocó al frente de la caravana. Luego solía narrar, con gran satisfacción, las heroicidades realizadas por su singularísimo camello.
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