Cosas que únicamente puede hacer un gibón


Supóngase que observamos a uno de ellos colgado de una rama por el brazo. De repente, y sin que al parecer haya hecho el menor esfuerzo, se lanza por el aire y va a parar a otra rama muy distante; la agarra con una mano y, sin pararse a descansar, de un salto alcanza otra rama, y así sucesivamente durante horas y horas. Algunas veces, al asirse de una rama, voltea a su alrededor con rapidez increíble, antes de abalanzarse a otra. Parece un gran pajarraco volando a través del bosque.

En cierta ocasión, uno de esos monos estaba descansando, cuando vio volar a un pájaro; el gibón dio un brinco, cogió al pájaro con una mano, siguió cruzando velozmente por el aire, y asió con la otra mano la rama que se proponía alcanzar.

Otra vez, un gibón domesticado, que estaba encerrado en una gran jaula construida a manera de una habitación de las corrientes, se lanzó de pronto contra una de las ventanas. Todos los presentes se figuraron que el animal, al dar contra la ventana, haría añicos los cristales; pero no fue así. Con asombrosa destreza, el gibón se asió de los listones que separaban los cuadros de vidrio, y volvió de un salto al lugar que antes ocupaba. Ningún otro ser hubiera sido capaz de demostrar una agilidad y una fuerza semejantes.

Si bien muerde cuando está encolerizado, el gibón puede domesticarse; pero pronto nos cansaríamos de tenerlo cautivo, si se le diera por chillar come lo hace cuando está suelto por los bosques. Sus chillidos son tan agudos, que se oyen a distancia de varios kilómetros.