De cómo los hombres prehistóricos domaron los primeros caballos


Durante los miles de siglos que se requirieron para la evolución de los equinos desde el pequeño eohipo hasta el noble caballo, hubo varias emigraciones de animales de esta familia desde América del Norte a la parte septentrional de Asia, y desde allí a Europa y África. La última emigración fue la del verdadero género equus, al que pertenecen, además del caballo propiamente dicho, los asnos y las cebras. Como ya vimos, lo curioso es que, mientras en América se extinguieren estos animales a la par de otras muchas especies de las que llamamos antediluvianas, en aquellos otros continentes han subsistido hasta nuestros días. No sólo hay las cebras de África y los asnos salvajes asiáticos, sino que en el centro de Asia viven todavía caballos salvajes; no cimarrones o baguales, sino caballos en estado de verdadero salvajismo a los que se les da el nombre de kertag. Verdad es que, según parece, no son estos caballos de la misma especie que los domésticos; pero el caballo propiamente tal, el que tenemos hoy en domesticidad, fue también en épocas remotas uno de los animales salvajes del antiguo mundo. Mucha gente ignora que en Polonia y en el sur de Rusia hubo todavía caballos salvajes llamados tarpanes, a principios del siglo xix.

Ya dijimos que no se sabe, ni acaso se sabrá nunca, dónde se empezó a domesticar el caballo. Lo único que podemos afirmar es que, cuando los hombres prehistóricos comenzaron a tener animales domésticos, el caballo fue uno de los que primero domesticaron. En el sur de España se han encontrado pinturas hechas en las rocas por hombres primitivos, en las que aparecen caballos mansos, llevados del cabestro por mujeres. Datan estas pinturas de los tiempos en que el hombre aún no conocía el uso de los metales, y fabricaba sus armas y utensilios con piedra o con hueso, calculándose que su antigüedad se remonta a unos cuarenta siglos antes de Cristo. En el Asia occidental y en el norte de África se han encontrado testimonios de la domesticación del caballo casi de la misma época.

Probablemente, el hombre prehistórico domesticó primero al caballo para engordarlo y comérselo. Los europeos de entonces tenían a la carne de caballo la misma afición que tienen hoy los negros africanos a la carne de la cebra, y con sus flechas de punta de pedernal cazaban caballos salvajes como si fueran venados u otros animales por el estilo. Sin duda hubo cazadores que, cuando mataban una yegua, atrapaban al potrillo vivo y lo conducían a su campamento para criarlo, pensando que de este modo tendrían carne más a mano cuando la necesitaran. Más tarde vendría el descubrimiento de que. una vez amansados, estos animales podían servir para llevar encima cargas o personas, y así surgió el primer jinete.

El primer hombre que se atrevió a subir en un caballo fue, para su época, un gran descubridor.

Gracias al caballo, en efecto, dispuso el hombre del primer medio de transporte terrestre conocido, y al mismo tiempo encontró un valioso colaborador de su trabajo en la paz y un poderoso auxiliar en la guerra. Se puede afirmar que sin el caballo, la historia de la humanidad habría sido muy diferente de como es.