De cómo las abejas transfroman el néctar en miel
El sol baña con sus rayos luminosos un matorral florecido y extiende, sobre un metro cuadrado, 600.000 calorías por hora. Las plantas evaporan, en este lapso, 275 gramos de agua utilizando 166.800 de las calorías solares. Al mismo tiempo la clorofila verde ha tomado, del gas carbónico del aire, el carbono para incorporarlo al agua y formar aproximadamente un gramo de hidratos de carbono en forma de aldehido metílico; en esta formación se consumen otras 4.000 calorías. Esto nos indica, pues, que el vegetal es capaz de utilizar un 28 % de la energía total que recibe del sol. El aldehido metílico, en su traslado desde la hoja hasta los nectarios de la flor, se transforma en sacarosa.
Esta sacarosa diluida, aromatizada por fragantes esencias provenientes de distintas glándulas florales anexas, es libada por las abejas. Al pasar por la boca, en viaje al receptáculo de néctar, recibe una pequeña porción de invertasa de los jugos salivares; ello provoca la inversión de la solución de sacarosa en dextrosa y levulosa. El néctar ingerido contiene un elevado índice de agua, en muchos casos de hasta un 80 %; a fin de obtener la miel hay que eliminarlo, y para ello las abejas emplean diferentes sistemas según las condiciones atmosféricas. Mediante el pase de una celda a otra y el batir de las alas durante la noche logran evaporar el exceso de humedad y obtener la consistencia de la miel, con un máximo del 20 %. En estas condiciones la miel mantiene su pureza y buenas propiedades por años y aun por siglos.
La producción de miel se lleva a cabo actualmente por industriales que explotan la apicultura en gran escala y con métodos racionales; emplean miles de colmenas, llevándolas a las zonas más aptas y cambiándolas de lugar según las estaciones; así obtienen elevados volúmenes de este producto, cada día más estimado por sus inigualadas cualidades para la salud de niños y adultos. La miel es, en efecto, un alimento de altísimo contenido energético y, por pasar sin proceso de digestión al torrente sanguíneo, repone energías con absoluta efectividad, sin afectar ningún órgano ni dañar ninguna función.
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