El ejemplo más perfecto de emisión de voz en los animales, nos lo dan las aves


Desde el maravilloso ruiseñor hasta el pequeño colibrí, todas emiten numerosos sonidos con los cuales expresan las más variadas sensaciones de alegría, enojo, o cariño. Conocemos el arrullo amoroso de las palomas y el canto matutino del gallo, pero indudablemente la conformación más extraordinaria la hallamos en el loro, capaz de imitar la voz humana.

Los insectos también presentan relaciones notables de lenguaje, ya sea por emisión de sonidos, ya produciendo éstos con ciertas partes de su cuerpo especialmente conformadas para ese fin. Tal ocurre con el característico canto de las chicharras, que no es más que el frotamiento entre sí de las dos alas llamadas élitros; otro tanto acontece con los grillos.

Los saltamontes en cambio, frotan las patas contra ciertas nervaduras de las alas, razón por la cual sólo pueden cantar durante el vuelo. El ejemplo más perfecto, en cuanto a volumen de sonido, en el grupo de los insectos, nos lo brinda la cigarra, cuyo macho posee un complicado aparato cantor, provisto de tres membranas vibradoras, el que se encuentra situado en la parte inferior de su cuerpo.