El ibis, libre vagabundo de los famosos templos faraónicos
La última hipótesis de que habla el párrafo anterior es una de las más aceptadas por ciertos naturalistas, pero no nos parece muy verosímil, porque en el antiguo Egipto existían ya esas aves a millares. Los antiguos la adoraban. Creían que estaba favorecida por sus dioses. No se permitía a nadie que le hiciese el menor daño. Se la protegía, se la alimentaba y se la dejaba vagar libremente por los templos, inclusive.
Es probable que los ibis fuesen a ellos por sí mismos. Debieron de ir durante las crecidas, porque en estas épocas abundaban los alimentos; y al descender el nivel del Nilo, tal vez marcharon a otras regiones del África. Ahora bien, las crecidas de este río son para los egipcios otros tantos felices acontecimientos, porque las aguas traen la fertilidad a los campos abrasados; sin ellas, no prosperarían los vegetales ni podrían vivir los hombres. Y así debieron de creer que las crecidas del Nilo y la llegada de los ibis estaban íntimamente ligadas, y gradualmente debieron de atribuir al ibis un carácter sagrado. Cuando los romanos conquistaron a Egipto, lo encontraron lleno de estas aves, a muchas de las cuales llevaron a Italia, donde se aclimataron perfectamente. Al desaparecer los antiguos egipcios, desaparecieron también los ibis sagrados, que sólo a intervalos pueden hallarse en aquel país., si bien continúan frecuentando los lugares más húmedos de Asia y África. El más hermoso de los ibis es el escarlata, con plumaje de este color y parte de las alas negras, que vive en América del Sur.
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