El rugido del león y algunas de sus maneras de procurarse alimento
El león también se parece al gato en que no puede correr aprisa por mucho espacio de tiempo. Recorre, mediante grandes saltos, una buena distancia, pero pronto se cansa, y no puede, por tanto, cazar ciervos a la carrera, del mismo modo que a un gato tampoco le es posible aventajar a un perro. De manera que el león ha de valerse de ardides y mostrarse muy astuto para cazar a todo género de animales veloces.
Cuando el león sale por la noche, suele hacer gran ruido, como si quisiera alardear de su fuerza y desafiar a sus enemigos. Coloca, para rugir, la boca al nivel del suelo. No existe en el reino animal ningún otro grito que sea comparable al rugido del león, ni que produzca tanto pavor. Se encamina a un arroyo o a una laguna, y después de beber abundantemente, continúa rugiendo, si es que no tiene mucha hambre. Pero si está muy hambriento, permanece inmóvil, pues sabe que otros animales vendrán a beber allí, y se queda acechando hasta que aparece alguno; en cuanto lo divisa en la oscuridad, se le echa encima y lo derriba. Ésta es una de las maneras que tiene -quizá la más común- de cazar a sus víctimas y proporcionarse cena.
Veamos otra, que es la siguiente: supóngase que en mitad de un llano están paciendo unos ciervos. De nada le serviría al león lanzarse en dirección a ellos, pues los ciervos lo descubrirían al punto y emprenderían la fuga. Pudiera ocurrir que hubiese algunas rocas esparcidas aquí y allá, tras las cuales hallara modo de aproximarse sin ser visto; pero supongamos que no las hay y que, por lo tanto, le es imposible acercarse. En tal caso, es necesario que para la caza se junten dos leones; mientras el uno se esconde, el otro se desliza por los bordes de la llanura, ocultándose por entre las hierbas o tras los arbustos, hasta que consigue por medio de un rodeo llegar a un punto situado a espaldas del sitio en que pacen los ciervos. Entonces se pone a rugir, y arremete contra ellos. Los ciervos huyen despavoridos, persiguiéndolos el león; éste no puede alcanzarlos, pero se mantiene lo bastante cerca para empujarlos hacia el lugar en donde está al acecho el otro león. En cuanto los ciervos se han acercado a la distancia conveniente, este último da un salto, repartiendo a diestro y siniestro tremendos zarpazos, cada uno de los cuales hace una víctima, y así se procura comida abundante para él y sus compañeros.
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