El aspecto salvaje que ofrecen los salmones cuando llegan a la parte superior de los ríos
Llegan, por fin, a la parte alta del curso de los ríos, tras tremendos esfuerzos que no pueden, claro está, sostener día y noche. Después de haber trepado y nadado trabajosamente durante toda una noche, se detienen para descansar de día en las charcas y lugares resguardados que hay a lo largo del río. Su instinto, sin embargo, los mueve a seguir remontando hasta alcanzar el origen, aun cuando el río nazca en las montañas. Al llegar a este punto, el aspecto del salmón es otro. La hembra se ha vuelto de color más oscuro; el macho ha perdido su belleza aparatosa. El color de sus escamas es encarnado sombrío con manchas anaranjadas y de tonos más oscuros; su lomo se ha adelgazado, aumentando el tamaño aparente de la cabeza, cuya expresión es feroz; de la mandíbula inferior le ha salido, desde que abandonó el mar, una especie de enorme pico, presentando, en conjunto, un aspecto repulsivo, y mostrándose dispuesto a luchar con cualquier adversario. La razón del cambio es que se acerca la época del celo. Tremendos combates se traban entonces entre los machos; muchos de ellos perecen en la contienda o reciben, por lo menos, heridas de consideración. En cierto río de Escocia murieron en un año más de 300 salmones, a consecuencia de esas batallas. Una vez terminada la lucha, y con frecuencia durante su transcurso, las hembras hacen sus nidos y ponen los huevos, que son luego fertilizados por los machos.
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