Un insecto que ha atravesado el océano para mejorar la calidad de las frutas
Otro considerable beneficio que produce un calcidido llamado bíastofaga es que gracias a él, los higos de ciertas regiones de América pueden rivalizar al presente con los de Esmirna, tenidos desde los tiempos más remotos por los mejores del mundo. Los agricultores de California compraban higueras en Esmirna y las plantaban en su país, pero el fruto que obtenían no era de la misma calidad que el del lugar de origen. Los hombres de ciencia estudiaron entonces el problema y dieron con la clave del misterio. Descubrieron que la higuera de Esmirna es el asiento de ciertos insectos llamados blastofagas, los que viven naturalmente dentro del fruto de la higuera silvestre. El higo, en realidad, no es solo un fruto, sino que está formado por una gran cantidad de fruti-tos que son cada uno de esos pequeños cuerpecitos duros que observamos al comer su sabroso interior. En el higo, esos frutitos han sido primero flores; aquí es donde desempeña su papel la bíastofaga. Los machos, que carecen de alas, viven siempre dentro del higo, pero las hembras, que las tienen, salen y vuelan hasta otro higo, por cuyo orificio natural penetran a su interior, efectuando así la fecundación de las pequeñitas flores que se transforman en frutitos, y todo el higo aumenta de tamaño y acrecienta su fragancia y dulzura. Colocaron, pues, los insectos mencionados sobre las higueras de California; y los higos que allí se obtienen en estas condiciones son tan buenos como los de Esmirna, según se asegura. He aquí, pues, dos ejemplos del inmenso valor que tienen para los hombres algunos de los pequeños seres que pueblan nuestro Universo.
La cocínela, llamada vulgarmente mariquita, vaquita o coquito de San Antón, tiene la superficie del cuerpo brillante, de color rojo anaranjado, con siete manchas negras. Es otro de los insectos amigos de la humanidad. Es tan general el desagrado que provocan los coleópteros, que debemos tener a gran fortuna el que el vulgo no considere como tal a la mariquita, pues a no ser así, este insecto, a pesar de los inestimables servicios que presta, sería perseguido sin piedad. La gente no suele destruir a la cocínela, porque es linda y no demuestra temor; pero su cualidad más estimable estriba en que devora los insectos que atacan a nuestras plantas. Una de sus especies vive exclusivamente a expensas del pulgón, verdadero azote de los rosales; otras especies medran a costa de las cochinillas que destruyen los lúpulos y los árboles frutales. Las cocínelas correrían gran riesgo de que las matase el hombre, sobre todo en el estado de larvas, si no se las viese devorar los pulgones de las plantas. Aquéllas no se parecen en nada a sus padres. Cuando empiezan a moverse de un lado para otro sobre la hoja en que han salido del huevo, tienen la forma de diminutos cocodrilos. Pronto, no obstante, véselas perseguir a los pulgones, y no tardan en observarse los efectos bienhechores de su labor. Las cocinelas adultas tienen que guarecerse en invierno en lugares templados, y entonces es cuando muchas de ellas se refugian en nuestras casas. Se las puede coger y examinar sin la menor precaución. Si se las trata mal, y también cuando se asustan, emiten un fluido amarillento, de olor muy desagradable.
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