¿Por qué razón se enciende un fósforo al frotarlo?
Los fósforos son muy útiles y muy interesantes al mismo tiempo. Mucho hay que hablar acerca de ellos; pero ante todo, contestemos a la pregunta inmediatamente: un fósforo se enciende porque se calienta al frotarlo.
Sabemos perfectamente que para que la frotación sea más fuerte, hay que rozar el fósforo contra algo que sea áspero. Esta aspereza contra la cual se frota el fósforo frena el envión de la mano que lo sostiene, y esto es lo que queremos significar por frotación, la cual calienta el fósforo. Fácilmente podemos comprobarlo frotando la yema del dedo contra la ropa: a los pocos segundos sentiremos calor en la parte frotada del dedo.
Ahora bien, toda la cuestión acerca del fósforo estriba en que su cabeza está formada por una mezcla de materias a las cuales nada sucede si se conservan en estado fresco; pero tan pronto como se calientan suficientemente se encienden, es decir, se combinan con el oxígeno del aire, y arden.
Hace más de un siglo apareció el primer mixto de frotación, y de ellos los mejores necesitaban ser frotados un buen rato entre dos tiras de papel de lija para obtener fuego. Posteriormente comenzó a usarse el curioso elemento llamado fósforo, que significa portador de luz, y se fabricaron mixtos muy parecidos a los que se usan actualmente.
La propiedad peculiar del fósforo es que se inflama en el preciso momento en que lo necesitamos. Sin embargo, hay en él otras sustancias y especialmente una que contiene oxígeno, y que puede suministrarlo para arder mucho más pronto que el oxígeno del aire. He aquí por qué se produce una pequeña explosión cuando frotamos un fósforo.
Claro está que hay cierto peligro en tenor materias fácilmente inflamables, y así, si llevamos fósforos sueltos en el bolsillo nos exponemos a que, por efecto del roce, se inflamen. Por eso se ha estudiado la forma de fabricar una clase de fósforos que pudieran encenderse a voluntad, sin el peligro de inflamarse casualmente.
Hace ya tres cuartos de siglo se inventó esta clase de mixtos, que se llamaron de seguridad. La propiedad que tienen es que sus cabezas carecen de fósforo, pero éste se halla en la
parte exterior de la caja, y de esta suerte las cerillas no pueden encenderse hasta que se las frota en ella. Existen, por lo menos, dos clases de fósforo; la más común es el fósforo blanco o amarillo, el cual es un veneno tan activo que un solo gramo basta para matar a un hombre, y, en efecto, muchas personas se han suicidado ingiriendo una disolución de él. Más aun; esta peligrosa clase de fósforo se usaba en la elaboración de los mixtos ordinarios, y los obreros que los hacían solían sufrir intoxicaciones producidas por él. Por ello, hace pocos años se decidió poner remedio a ese mal, utilizando en las cerillas un fósforo no venenoso.
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