¿Por qué se calientan las manos al frotarlas con la nieve?


Es cosa maravillosa que las manos se calienten al frotarlas con la nieve; pues sabido es que esta sustancia es muy fría, y roba con mucha rapidez el calor de las manos.

El calor de las manos procede enteramente de la sangre, a no ser cuando un objeto lo proyecta directamente sobre ellas. Por consiguiente, debe de haber alguna razón para que afluya a las manos una cantidad de sangre más grande que de costumbre al frotarlas con nieve. La temperatura de la sangre no ha aumentado, pues en tal caso, lo notaría el cuerpo entero; lo que ocurre realmente es que las manos reciben la sangre que por ellas circula en mayor cantidad y con superior rapidez.

El efecto se asemeja, exactamente, al efecto de calor suave y delicioso que sentimos después de un baño de mar. El cerebro es el encargado de cuidar de la piel, como de las restantes partes del cuerpo. Ahora bien, cuando aquélla se enfría, su vida se deprime considerablemente, y padecerá detrimento si no recibe algún auxilio que contrarreste tales efectos. Por eso, el cerebro ordena a los vasos sanguíneos de la piel, dondequiera que ésta se ha enfriado, que se aflojen y ensanchen para que la sangre circule por ellos con rapidez, a fin de calentarla.