¿Es posible que se pueda dejar de pensar voluntariamente?
Mientras estamos despiertos, la mente muestra una actividad que acaso no corresponde siempre a lo que entendemos por pensar -dándole a la palabra su verdadero sentido-, pero que implica siquiera la percepción de diversas sensaciones y el ejercicio de nuestra voluntad.
En cuanto dejamos de pensar, de sentir y de ejercitar la voluntad de una manera absoluta, es que no estamos ya despiertos, sino que nos hemos dormido. Así parece ser, por lo menos, a primera vista. Pero si estudiamos detenidamente lo que ocurre durante el sueño, hallaremos motivos que nos inclinan a suponer que hay ciertas partes del cerebro que están siempre más o menos despiertas. De manera que, si por “pensar” se entiende sencillamente hallarse más o menos despierto, la contestación que deberá darse a la pregunta anterior es probablemente que esa clase de actividad cerebral no se interrumpe ni por un momento, de manera completa, desde que nacemos hasta que nos llega la muerte.
Sin embargo, más vale dar a la palabra “pensar” su sentido verdadero, o sea, el de raciocinar, enlazando unos hechos con otros, sacando deducciones y resolviendo los problemas que se ofrecen a la mente. En esto consiste el verdadero pensamiento, y lo difícil para la mayoría de las personas no es suspenderlo, sino ponerlo en acción. Sería un error muy grande el figurarse que durante todo el tiempo que estamos despiertos seguimos pensando de ese modo racional.
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