¿Por qué una palanca hace fuerte a un hombre débil?


Todas las palancas y poleas se fundan en el mismo principio; ni las unas ni las otras crean fuerza de la nada. El secreto radica en la manera especial como se aplica la fuerza al peso que se trata de mover.

Si nos fijamos en el caso más sencillo, que es el del hombre que se vale de una barra de hierro para remover una roca, apoyando aquélla por cerca de su extremidad inferior sobre cualquier punto firme, veremos que los dos extremos de la palanca -que es la barra- recorren en un mismo tiempo distancias muy desiguales. Podemos comprobar esto por nosotros mismos, apoyando un lápiz por cerca de una de sus extremidades sobre el canto de un objeto cualquiera. Si lo hacemos girar de arriba abajo sobre su recta de apoyo, veremos que sus dos extremos recorren espacios muy diversos en un mismo tiempo. Cuanto más desiguales sean las dos porciones en que el lápiz queda aparentemente dividido, mayor es la diferencia de movimiento que existe entre ambos extremos, desde luego.

Esto es, precisamente, lo que ocurre con la palanca de que se vale un hombre para remover la piedra. Carece aquél de la fuerza necesaria para mover la extremidad inferior de la palanca ejerciendo presión sobre ella; pero puede obtener en aquel punto el movimiento que pretende, ejercitando su fuerza sobre una distancia mayor en el extremo superior de la palanca. Con menos fuerza se consigue así el mismo efecto; pero es preciso, en cambio, que entre el punto de apoyo de la palanca y el sitio donde hacemos fuerza haya una distancia mucho más larga. Vemos, pues, que el esfuerzo se efectúa, y que la conocida ley de que la energía no puede proceder de la nada, se cumple en este caso, como en todos los demás, aunque a primera vista no lo parezca.