EL TÚNEL DE MONTCENIS - Antonio Fernández Grilo
Una de las grandes glorias de la ingeniería moderna, que, como e! Canal de Panamá, merecen ser cantadas por los poetas, es el túnel del Montcenls que perfora los Alpes, estableciendo la comunicación entre Francia e Italia. A el va dedicada la composición de Antonio Fernández Grilo que transcribimos a continuación
Abrid paso a la voz mía,
Dejad que en potente vuelo
Pueda remontarse al cielo
Como el águila bravía;
Préstele la fantasía
Su solemne majestad,
Y en medio la inmensidad
Consiga de polo a polo,
Unir en un himno solo
La voz de la humanidad.
No soy el aura sonora
Que en inútil embeleso,
Busca el perfume de un beso
En la flor que la enamora;
No soy la bruma incolora
De la yerta tradición.
Ni la cándida ilusión,
Ni los sueños de la cuna.
Ni el tibio rayo de luna
Que duerme en el torreón.
Ante mi siglo postrado.
En sus glorias confundido.
En su estrépito aturdido,
De su pompa rodeado,
Por él, el genio impulsado
A otros mundos se levanta:
Y con su soberbia planta
Sobre el volcán de la idea.
¡Mi siglo conquista y crea.
Mi lira obedece y canta'
Dios, que el abismo guardó
Del mar profundo en el seno,
Para pedestal del trueno
Los Alpes edificó;
Ni aun el águila escaló
Sus alturas colosales;
Que en sus cumbres inmortales,
Vecinas de los querubes.
Sólo descansan las nubes
Y silban los vendavales.
Fiel cumpliendo su destino.
El hombre en lucha altanera.
Vio en el monte una barrera
Que estorbaba su camino.
Como inquieto torbellino
Lanzóse a empresas soñadas,
Que aquellas moles pesadas
De eternas nieves cubiertas,
Están para el genio abiertas,
Para la inercia cerradas.
Del barreno el estampido
Ya estalla en delirio ciego;
Como un águila de fuego
Vuela el peñasco encendido;
Presta al túnel escondido
La nieve su pabellón,
Y el tren, en sorda explosión,
Hierve envuelto en su blancura,
Como en pálida hermosura
El fuego del corazón.
No le hicieron vacilar
Los vientos enfurecidos,
Y el hombre y el arte unidos
Hacen al monte temblar.
¡Vedlos! dejadlos volar
De sus victorias en pos;
No es que pretendan los dos
Vencer a la Omnipotencia;
Es que quieren, por la ciencia,
Hacerse dignos de Dios.
Atrás, lides turbulentas,
Que no es grande el poder
Ni la victoria, por ser
Las batallas más sangrientas;
Atrás, espadas sedientas,
Voraces y destructoras;
¡Atrás! ya dominadoras
Y más libres las naciones,
En vez de altivas legiones,
Se mandan locomotoras.
¡Vedlas! aturde y asombra
La fuerza de sus entrañas,
Perdidas entre montañas,
Del túnel hondo en la sombra.
Serpiente de hierro alfombra
Su raudo vuelo fecundo;
Que ellas con poder profundo
Son como el rayo ligeras,
Las mejores mensajeras
De las conquistas del mundo.
Al monstruo al fin devoró
La oscura boca del monte;
Buscando nuevo horizonte
Otra boca le abortó;
Mi siglo al fin levantó
Su más gigantesco altar;
Pues cuando el hombre al luchar
Busca un esfuerzo divino,
No cierra Dios el camino
Ni en el monte ni en el mar.
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