LAS ÁGUILAS - Heraclio Martín de la Guardia
Heraclio Martín de la Guardia, poeta y escritor dramático venezolano (1830-1907), cuyas composiciones son muy populares, dice en ésta que el pensador, el poeta, el genio, y todo aquel que nació dotado de cualidades extraordinarias que le capacitan para pensar y sentir profundamente, y para ejecutar grandes obras, no se arredrará por las dificultades que encuentre en su camino; del propio modo que las águilas, señoras de la altura, no temen a remontarse decididamente en el espacio. Las palabras italianas ¡E pur si muove!, que cita el autor, son atribuidas a Galileo, quien, obligado a retractarse de sus ideas acerca del movimiento de la tierra, no pudo menos, llevado de su convicción, que exclamar en seguida: “¡Y, sin embargo, se mueve!”
Dejad volar las águilas. Van ellas
Hacia la luz: dejadlas que se encumbren;
No importa que del sol o las estrellas
Con el brillo sus ojos se deslumbren.
Buscando la verdad van a lo ignoto;
Buscando lo inmortal van a la altura,
Y el velo acaso del misterio roto
A ver alcancen en la noche oscura.
No podréis conseguir que con desmayo
Pleguen el ala en inacción cobarde;
Nacidas son a desafiar el rayo
Y a hacer de audacia y de valor alarde.
No lograréis que su indomable instinto
A convención vulgar quiebre o se doble,
Ni que, en la lucha de la vida, extinto
Manche las glorias de su estirpe noble.
De un ideal sublime los reflejos
Siguen audaces ostentando galas,
Y nada va más alto ni más lejos
Que el pensamiento al desplegar las alas.
Dejad volar las águilas. No importa
Que, al ver se ocultan en la nube umbría,
Juzgue la turba, ante su audacia absorta,
Locura y sacrilegio su osadía.
No importa que al traer nuevas extrañas
Del país de los sueños, no se crean,
Iras las burlen y las hieran sañas
Y desdeñadas por los hombres sean;
Que en vano fue la voz de los profetas
Al revelar sus sueños, desoída;
Pues, pensadores, genios y poetas
Son astros en las noches de la vida.
Dejad que el polvo terrenal sacuda
El alma altiva a quien lo innoble hiere,
Ya que en silencio la materia muda
Sólo le abre su seno cuando muere.
¿Que nada alcanzarán? Basta a su gloria
Lanzarse a los abismos del problema,
Y ser, purificada toda escoria,
Del sacrificio símbolo y emblema.
Que si dejar quisieran, bajo el yugo,
Que la fuerza brutal su fe les robe,
En explosión de cólera al verdugo
Dirán en su dolor: “¡E pur si muove!”
¿Para qué más luchar, si nada puede
Contra la luz vuestro poder exiguo?
A otro ideal vuestro ideal ya cede,
Y está agrietado el pedestal antiguo.
Y la nueva progenie trae en sus hombros
El arca de las leyes del futuro;
Y al eco de sus trompas, en escombros
Convertidos serán los viejos muros.
Ellas del porvenir el sol anuncian
Y los misterios de la vida inquieren;
Y ante el severo fallo que pronuncian
Reinar los mitos del error no esperen.
Y aun a pesar de la corriente impura
De tanto vicio que el presente mancha,
Bondades irradiando y hermosura,
Los horizontes la verdad ensancha.
Dejad volar las águilas caudales
Por el campo infinito de la idea:
¡Están allí las fuentes inmortales
Y allí está el germen que transforma y crea!
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