EL LAVATORIO DEL CERDO - Miguel Agustín Príncipe
En agua de Colonia
Bañaba a su Marrano, Doña Antonia
Con empeño ya tal, que daba en terco;
Pero a pesar de afán tan obstinado,
No consiguió jamás verle aseado,
Y el Marrano en cuestión fue siempre Puerco.
Es luchar contra el sino
Con que vienen al mundo ciertas gentes,
Querer hacerlas pulcras y decentes:
El que nace Lechón, muere Cochino.
Pagina anterior: EL PELOTAZO - Miguel Agustín Príncipe
Pagina siguiente: A MI ANTIGUO PROFESOR DE PRECEPTIVA - Rafael Montesinos