LA LEYENDA DE TEODORICO - Josué Carducci
El viejo rey godo Teodorico de Verona, persiguiendo en una de sus cacerías a un ciervo, fue llevado por su corcel desbocado al cráter del Vesubio, en cuyas entrañas quedó sepultado, según la leyenda. Josué Carducci, poeta italiano (1836-1907), toma este asunto por tema y le da colorido desarrollo en la siguiente composición.
El castillo de Verona
Bate el sol con vivos rayos;
El son del cuerno retumba
En el valle solitario.
El Adigio caudaloso
Corre por los verdes prados;
El rey godo Teodorico,
Triste y viejo, toma el baño.
Recuerda cuando fue a Tuina
De Crimilde enamorado,
Y la sala del banquete
Se trocó en guerrero campo;
Cuando en la doncella hermosa
Clavó su espada Hildebrando,
Y de la fúnebre fiesta
Sólo él volvió libre y salvo.
Contempla el sol fulgurante,
Contempla el Adigio claro,
Contempla el halcón doméstico
De la torre en lo más alto;
Las montañas, ruda escuela
De sus juveniles años,
Y las fértiles llanuras
Que sus armas conquistaron.
La voz súbita de un paje
Suena fuera de los claustros:
-¡Señor, un ciervo hermosísimo!
Otro no hay que valga tanto:
Son de acero sus pezuñas,
De oro sus cuernos gallardos.
El rey, cazador intrépido,
Sale del agua de un salto.
-Mis perros, mi jabalina,
Mi daga -pide gritando.
La sábana que lo envuelve
Toma por túnica y manto.
Los pajes le siguen; huye
La res como ser fantástico.
Junto al monarca, de pronto,
Relincha negro caballo.
Es negro como los cuervos;
Sus ojos, como relámpagos;
El arzón bien puesto lleva;
Monta el rey ágil y rápido.
Miedo sienten sus lebreles,
Lanzan ladridos extraños,
Contemplan al rey dudosos
Y dejan marchar a su amo.
Entonces, el corcel negro
Sale a escape, como un dardo;
Lejos de todo sendero
Vuela, subiendo y bajando.
Anda que andarás, frenético,
Montes atraviesa y llanos;
Apearse el rey quisiera.
Pero no puedo pararlo.
Seguíale un escudero,
El más fiel y el más anciano,
Lanzando entre aquellos riscos
Clamores desesperados.
-Oh rey gentil de los godos,
Te seguí en tus días faustos,
Te seguí en tus malandanzas;
Pero nunca corrí tanto.
Teodorico de Verona,
¿Dónde vas desenfrenado?
¿Volverás a tu castillo,
Donde te están esperando?
-Mal corcel me tocó en suerte
Bestia pésima cabalgo.
No más la Virgen María,
Si he de volver, sabe cuándo.
Tiene la virgen María
En el cielo otros cuidados:
Tiende sus velos azules
A los mártires, que impávidos
Dieron a la fe y la patria
Sus vidas en holocausto;
Y Dios fulgura su cólera
Sobre el monarca tiránico.
Anda que andarás: el potro
Pasa riscos y peñascos;
En la noche se sumerge,
Se encabrita hacia los astros.
El dorso del Apenino
Se alza entre sombras cercano;
Y cuando el día alborea,
Ruge la mar allá bajo.
A Lípari ved, en donde
Guarda su fragua Vulcano.
¡Cuál truena y relampaguea
El fuego oculto en sus antros!
Al llegar el corcel negro,
Un relincho desgarrado
Lanza al cielo, y en el cráter
Abisma al jinete infausto.
De la costa calabresa
¿Qué surge en los cerros ásperos?
No es el sol, es ancha frente
Que ciñen cabellos blancos.
Es un rostro en que sonríen
Martirio y esplendor santos;
Es el rostro de Boecio,
El gran senador romano.
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