LAS CAMPANAS - Edgard Alan Poe


Edgard Alan Poe, autor de esta preciosa composición, es uno de los poetas más notables de América. Nació en Boston (Estados Unidos) el 19 de enero de 1809, y murió en Baltimore el 17 de octubre de 1849. Su vida fue muy desarreglada, y el prematuro fin de ella se debió en gran parte al abuso de las bebidas alcoholicas. Pero, a pesar de todo, su extraordinaria imaginación y su maestría en el manejo de ritmos peculiarísímos. han hecho de Poe uno de los poetas de mayor originalidad que han existido. Escribió relativamente poco, y la mayoría de sus versos son casi intraducibles, pues pierden en la traducción mucha de su distintiva belleza, al quedar destruida la melodía especial que tienen en inglés. No obstante, las versiones que van aquí de “Las Campanas” y de “El Cuervo”, están hechas con tanta habilidad y acierto que poco han perdido de su prístina belleza.

I
Cual turba con gozoso clamoreo
La calma de las horas matutinas
El arribo del rápido trineo
Tañendo las campanas argentinas!

En las pálidas mañanas
¡Oh, qué mundo de alegría, oh, qué plácidas hosanas
Con su grata melodía
Surgir hacen las ufanas,
Las vibrantes, ledas notas de las rítmicas campanas!
Las metálicas campanas
Cuya voz se alza sonora
Cuando apuntan las tempranas, vagas luces de la aurora...
Las campanas peregrinas, Argentinas
De melódico voceo,
Que a lo lejos se dilata
Cuando viene ya el trineo sobre sábanas de plata.

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Ya el tren llega, precedido
Por el mágico sonido de su plácida campana:
Y en el aire puro y frío
Se derrama el vocerío de su alegre carga humana,
Y titilan dulcemente los luceros tembladores
Y en el cielo reluciente,
Desde Oriente,
Pinta el alba sus colores, vibra rayos matinales.
Que se quiebran de los hielos en los límpidos cristales.

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Así suenan y resuenan
Y de gozo el alma llenan
En sus plácidas mañanas,
En que un mundo de ilusiones y magníficas hosanas,
Con su grata melodía
Surgir hacen las seguras, las vibrantes, las ufanas
Notas claras, limpias, puras de sus rítmicas campanas.

II
¡Cuál se desprende en noche silenciosa,
De esbelto campanario, alado coro;
Y rueda en el espacio, rumorosa,
La vibración de las campanas de oro!
Anunciando alegres bodas
Al contento vecindario, las campanas cantan todas
En la torre del santuario;
Y con dulces vibraciones,
Todo un mundo de ilusiones y de dichas soberanas,
En nubiles corazones,
Surgir hacen las ufanas,
Las sonoras, dulces notas de las áuricas campanas!
¡Las campanas metalinas Que gozosas suenan, suenan,
Y en las horas vespertinas de rumor el aire llenan!
¡Las campanas que son de oro,
Cuyo coro
Se percibe en lontananza,
Derramando bajo el cielo
La canción de la esperanza, con su alegre ritornelo!
¡Despertando a las dormidas,
Blancas tórtolas perdidas, cuyo idilio de ternura
Se condensa en quedos trinos,
A los rayos argentinos de la luna dulce y pura!...
Y perfuman el ambiente los divinos azahares;
Y en la linfa de la fuente
Transparente
Vense estrellas a millares, titilantes y remotas,
Mientras lleva el viento el himno de triunfantes ledas notas.

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¡Así suenan y resuenan, Y de dicha el alma llenan,
Con su lírica eufonía, desde el alto campanario,
Creando un mundo de alegría
En el quieto vecindario, si anunciando dulces bodas,
Las campanas cantan todas en la torre del santuario!

III
¡La campana de bronce suena ahora,
Sembrando alarma por doquier y espanto;
Y anunciando con voz aterradora
Un drama de dolor, peligro y llanto!

En la obscura, triste noche, suena, suena con violencia
La campana del incendio; con su infausta turbulencia
Una historia pavorosa, revelando de repente,
Pronto auxilio al implorar,
Propalando febrilmente la catástrofe temida;
Y llamando sin cesar,
A la ya dormida gente, que temblando pavorida.
Se despierta en el hogar!
¡Y entre tanto que ella implora, que ella grita, que ella clama,
Crece, aumenta, se agiganta la tenaz, ardiente llama,
Que penetra, sube, corre, lame, rápida devora,
Y acrecienta su sin par
Loca furia destructora; toscos, lívidos semblantes
Descubriendo, al irradiar
Rojos, móviles reflejos, que iluminan vacilantes
Pardas nubes al pasar!
¡Ya no tienen melodías, cantos, ritmos, las campanas:
Aterradas, pavoridas, son sus voces casi humanas!
¡Aúllan, gritan, chillan, rugen... su angustioso llamamiento
Derramando en la extensión;
Del terrífico elemento recurriendo a la clemencia
En demente apelación;
Y aclamando por socorro, con insólita insistencia.
Con extraña obstinación!

Y adivinan los oídos.
Escuchando sus sonidos.
Si el peligro disminuye, si el incendio ya decrece.
Si la llama desparece...
O si corre, sube, lame, y se ensancha y se acrecienta
Y el peligro al par aumenta
De su rabia destructora;
Pues con voz que es casi humana,
Pide, aúlla, llama, llora, grita, y ruge la campana!

IV
Las campanas de hierro tristes suenan,
Con monótona y lenta melodía;
Y sus acentos funerales llenan
El alma de letal melancolía...

Todos piensan en lo breve de la cara vida humana;
En el lóbrego misterio del incógnito mañana,
Escuchando cómo dobla, cómo gime, cómo llora
La campana funeral;
La campana aterradora, recordando a la conciencia
Que el placer no es eternal;
Que en la fría tumba obscura la misérrima existencia
Tiene un termino fatal.

No son hombres los que tocan aquel himno funerario:
Los que doblan insistentes en el alto campanario.
Son espectros de las tumbas, son los duendes vespertinos,
Los espíritus del mal;
Y esqueletos blanquecinos, y fantasmas ataviados
Con sudario sepulcral;
Los que doblan en la torre; los que tocan despiadados
Aquel himno funeral.

Son los gnomos y los silfos y murciélagos gigantes.
Brujas, cuervos y vampiros, y las ánimas errantes
Que al sonar la media noche, dejan raudas, presurosas
La plutónica región;
¡Surgen, salen de las fosas; con su lívido sudario,
Y en diabólico turbión,
Cual horrible enjambre, vuelan al sombrío campanario
A tocar el esquilón!

¡Y ellos, todos, confundidos,
Cantan, gritan, dan aullidos,
Y se mezclan, y se entregan a alegrías espantosas,
A mil danzas horrorosas;
Y entrechócense los huesos, y se ríen torvas, fieras,
Las horribles calaveras...
Mientras canta lentamente
Desde lo alto del Santuario
La campana su doliente, su himno triste y funerario!


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