HIMNO A LA INMORTALIDAD - José de Espronceda
Estímulo fecundo para el acometimiento de Xasniás grandes acciones humanas, y fuerza que contrarresta y vence la destructora del tiempo, la inmortalidad tiene algo del hálito creador y eterno de Dios; y así la concibe la brillante fantasía del poeta español José de Espronceda (1810-1842) al cantarla en este himno, donde podemos regalarnos con los acentos armoniosos que el autor sabe arrancar a su lira. Espronceda fue, a la vez que un gran poeta, hombre de acción, y estuvo complicado en las luchas políticas de su país, por lo que se vio obligado a emigrar.
¡CALVE, llama creadora del mundo,
Lengua ardiente de eterno saber,
Puro germen, principio fecundo
Que encadenas la muerte a tus pies!
Tú la inerte materia espoleas,
Tú la ordenas juntarse y vivir.
Tú su lodo modelas y creas
Miles seres de formas sin fin.
Desbarata tus sombras en vano
Vencedora la muerte tal vez;
De sus restos levanta tu mano
Nuevas obras triunfante otra vez.
Tú la hoguera del sol alimentas,
Tú revistes los cielos de azul.
Tú la luna en las sombras argentas,
Tú coronas la aurora de luz.
Gratos ecos al bosque sombrío,
Verde pompa a los árboles das.
Melancólica música al río,
Roneo grito a las olas del mar.
Tú el aroma en las flores exhalas,
En los valles suspiras de amor.
Tú murmuras del aura en las alas,
En el Bóreas retumba tu voz,
Tú derramas el oro en la tierra
En arroyos de hirviente metal;
Tú abrillantas la perla que encierra
En su abismo profundo la mar.
Tú las cárdenas nubes extiendes,
Negro manto que agita Aquilón;
Con tu aliento los aires enciendes;
Tus rugidos infunden pavor.
Tú eres pura simiente de vida,
Manantial sempiterno del bien;
Luz del mismo Hacedor desprendida,
Juventud y hermosura es tu ser.
Tú eres fuerza secreta que el mundo
En sus ejes impulsa a rodar,
Sentimiento armonioso y profundo
De los orbes que anima tu faz.
De tus obras los siglos que vuelan
Incansables artífices son,
Del espíritu ardiente cincelan
Y embellecen la estrecha prisión.
Tú en violento, veloz torbellino,
Los empujas enérgica, y van;
Y adelante en tu raudo camino
A otros siglos ordenas llegar.
Y otros siglos ansiosos se lanzan,
Desparecen y llegan sin fin,
Y en su eterno trabajo se alcanzan,
Y se arrancan sin tregua el buril.
Y afanosos sus fuerzas emplean
En tu inmenso taller sin cesar,
Y en la tosca materia golpean,
Y redobla el trabajo su afán.
De la vida en el hondo Océano
Flota el hombre en perpetuo vaivén,
Y derrama abundante tu mano
La creadora semilla en su ser.
Hombre débil, levanta la frente,
Pon tu labio en su eterno raudal;
Tú serás como el sol en Oriente,
Tú serás como el mundo, inmortal.
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