EL HERRERO DE LA ALDEA - Enrique Wadsworth Longfellow


La poesía que ponemos a continuación es una de las más populares en la América del Norte. Su autor, el célebre poeta norteamericano  (1807-1882), hace en estos versos una viril y hermosa descripción de la sencilla vida de un herrero de aldea, pintando su honrado y afanoso bregar por la existencia, endulzado con la satisfacción del deber cumplido y con los plácidos gozos del amor paternal.

Bajo un alto nogal, copudo y viejo,
Está la pobre fragua de la aldea.
Allí trabaja el artesano fuerte
(Herrero y herrador en una pieza)
De alta estatura, de robustos hombros,
De recia mano y músculo de atleta.

Su cabello abundante, negro y rizo,
En hermoso desorden juguetea
Por la frente curtida, donde asoman
Del honrado sudor líquidas perlas.
Gana alegre su pan, ama el trabajo;
No fomentó jamás odios ni deudas;
Puede mirar a todos frente a frente
Con ánimo tranquilo y faz serena.

Semana tras semana, día tras día,
Su formidable brazo martillea,
Imitando el sonido clamoroso
De la cercana esquila de la iglesia.
Allí los niños en alegre corro,
Al volver a sus casas de la escuela,
Van a ver cómo el hierro enrojecido
Al golpe forjador chisporrotea.

Los domingos al templo se dirige
Y entre los niños plácido se sienta.
Oye al grave pastor que ora y predica,
Y otra voz oye de dulzura llena,
La de su hija; en el cristiano coro,
Que de viva emoción su pecho llena.

Aquella voz de timbre delicado
Otra voz muy amada le recuerda:
La de su buena madre, que está en gloria.
Necesita ¡oh dolor! pensar en ella...
Brilla luego en sus ojos una lágrima,
Que con la mano encallecida seca.

De su existencia en el camino avanza
Trabajando entre goces y entre penas.
Del tiempo los instantes que transcurren
Con ruda exactitud calcula y cuenta,
Las mañanas por obras comenzadas
Y las puestas de sol por obras hechas,
¡Así sólo al descanso de la noche
Con derecho cabal se considera!

¡Gracias, gracias a ti, mi buen amigo,
Por la lección que das a mi experiencia!
Las fórmulas del bien así se baten
En la fragua tenaz de la existencia.
Actos y pensamientos, uno a uno,
Forjando sobre el yunque se modelan.