UNIÓN Y LIBERTAD - José Flamenco
José Flamenco, poeta centroamericano, lamenta la desunión de los varios Estados de la América del Centro, y hace votos, en la poesía cuyo es el fragmento que publicamos, para que, retiñidos, y animados por el espíritu de la libertad, marchen todos hacia la grandeza común.
América del Centro! ¡Patria mía!
¡Paraíso gentil de los amores!
¡Cuan bella te soñó mi fantasía
Con tus bosques, tus lagos y tus flores!
¡Tierra de bendición y de alegría,
Si hoy vibra por ti mi lira inquieta,
Recibe mis canciones de poeta!
¡Tuyo es mi corazón, tuya mi lira!
Yo he de ser tu cantor: ¡que sólo tengo
Las tiernas frases que tu amor me inspira
Y que hoy humilde a consagrarte vengo!
Es sincera mi voz: de ello hago alarde;
No me halaga del grande el poderío
Ni el rigor de los déspotas me abruma,
Porque jamás el pensamiento mío
A los tiranos se rindió cobarde.
Nunca la adulación movió mi pluma;
Que envilecer no quise la poesía;
Y altivo, con indómita fiereza,
¡No inclino la cabeza
Sino ante Dios y ante la Patria mía!
¿Dó está la Patria legendaria y fuerte
Que en un día, cual tesoro, recibimos,
Jurando defenderla hasta la muerte?
Esta herencia preciosa ¿qué la hicimos?
¡Ay! Rota, desgarrada,
Desde una noche de recuerdo triste.
Por los genios del mal despedazada,
Con fúnebre crespón de luto viste.
Así como después de la tormenta,
Pasada ya la tempestad violenta,
Brillante el sol y despejado el cielo,
Con tristeza infinita y hondo duelo,
Del mar en las orillas, nuestros ojos
Ven las tablas flotar abandonadas,
Tristísimos despojos
De la nave gentil que sucumbiera,
En la tormenta fiera
Por las olas del mar arrebatadas;
Así también, cuando la calma vino,
Y cesaron del odio los rigores,
Y cansado el destino
De agobiar a la Patria en sus dolores.
La vimos ¡ay! aparecer herida
Por la ambición y el crimen dividida.
¡Patria infeliz! ¿Qué hiciste tu grandeza?
¿Dó está tu poderío?
Alzas en vano la febril cabeza
En tu horrible agonía: yerto, frío,
Tu cuerpo yace; de tu antigua gloria
Apenas quedan restos impotentes:
Que tus hijos no guardan, indolentes.
Ni el recuerdo brillante de la historia
¿De qué sirven la espléndida riqueza
De tus campos feraces cultivados,
Tu cielo azul radiante de belleza
Los tesoros ingentes encerrados
De tu suelo fecundo en las entrañas
Tus bosques seculares,
Y elevadas montañas,
Lagos serenos y profundos mares?
¡Oh dolor! ¡oh vergüenza!
¿No te entristece tu sopor profundo?
¡Patria! ¡Patria! ¡Comienza
A ser grande otra vez, y que oiga el mundo
Tu nombre! ¡El porvenir sonriente
Lauros apresta para orlar tu frente!
¡Álzate ya, que por divino rayo
Estás iluminada!
¡Sal de tu triste y lánguido desmayo!
¡Ve a recoger tu enseña abandonada!
¡Deja, deja a tus lágrimas de duelo!
¡De sultana y señora
Cíñete la diadema! ¡Eleva al cielo
De tu mirada la brillante llama,
Y volarás en alas de la fama!
¡América del Centro! ¡Tus dolores
Acaben desde ahora!
¡Tus pueblos soberanos
Olvidan sus rencores
Y la sangre no quieren entre hermanos!
¡Atiende, pues, su voz atronadora!
En ti, mi Patria, con los ojos fijos,
¡Unión y libertad! piden tus hijos.
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