DISCORDIA DEL CAMPO DE AGRAMANTE - Ludovico Ariosto


El siguiente romance de Ludovico Ariosto (1474-1533), uno de los más grandes poetas de la literatura italiana, describe la famosa discordia suscitada en el campo de Agramante, al cual se suele hacer referencia para designar algún lugar lleno de confusión y desorden.

En el real de Agramante
Que sobre París tenia,
Fuego ardiente de discordia
A más andar se encendía.
Y en los más robustos pechos.
Que en toda la tierra había;
Furia y saña están soplando
Con la soberbia a porfía:
El rencor echa la leña,
Y la venganza lo atiza:
Suben tan alto las llamas
Que por los ojos salían;
Reyes y príncipes moros
Atajarlos no podían.
Porque el fiero Rodamonte
Mortalmente desafía
Al valiente Mandricardo
Sobre la cuestión antigua
De la linda Doralice
Que a los suyos quitó un día:
Mandricardo a Rugero
Campal batalla pedía.
Sobre que el Águila blanca
No ha de traer por divisa;
Rugero a Rodamonte
Con grande furor pedía
Que le vuelva su caballo,
O que a morir se aperciba.
También demanda batalla
A Mandricardo Marfisa,
Porque se alabó por armas
De ganarla por amiga.
Los unos piden el campo,
Los otros lo concedían;
Sobre quién será primero
Nueva disputa se cría.
Nadie basta a concertallos;
Mas un medio se escogía:
Que entren todos cuatro en suerte,
A ver quién y quién serian.
Luego los nombres de todos
De dos en dos se escribían,
Y de un cántaro sacados.
Salieron de aquesta guisa:
Mandricardo y Rodamonte
La primer suerte decía;
Mandricardo con Rugero
En el segunda leían;
Rugero con Rodamonte
La tercera prometía,
Y la cuarta y la postrera
Con Mandricardo y Marfisa.
Ya les hacen la estacada.
Y de gente se cubría.
Ferraguto y Sacripante
Con el rey de Argel se iban.
Gradaso y Falsirón
Con el rey de Tartaria.
Métenlos en sendas tiendas
A donde armarse tenían.
Para los reyes y grandes
Un gran cadalso se hacía,
Ylas reinas y las damas
A verlo también salían,
Y la linda Doralice,
Por quien esta lid se hacía,
De verde con encarnado
Hermosamente vestía.
Ya que estaban aguardando
Que los guerreros saldrían.
En la tienda del rey tártaro
Se oyera una vocería;
Y es que armándole, Gradaso
La espada le conocía,
Que es la rica Durindana
Que tanto alabar oía,
Y por ganarla a Roldan
En Francia pasado había.
Que se la dé le demanda,
O que le deje la vida,
Mandricardo de ira lleno
Le responde que haría
Sobre ello con él batalla
Si Rodamonte quería,
Y si no, dice el soberbio,
A entrambos la mantendría.
Rugero, que sabe el caso.
Que no quiere respondía,
Que si nueva lid pretende,
Primero la lid sería.
Gradaso la quiere luego,
Rugero la defendía:
Todos tres andan revueltos.
Crece la saña y la grita.
Llega Agramante a las voces,
Y en concordia los ponía,
Y hasta la lid primera,
Que la espada no se pida.
Ya que aquesto era acabado.
Se oyera gran vocería
Que Sacripante las armas
A Rodamonte ponía,
Y mirando atentamente.
Su caballo conocía.
Frontino, aquel que Rugero
A Rodamonte pedía,
Y pide que se le vuelva
La batalla fenecida.
Que él se le quiere prestar
Por la amistad que tenían.
Rodamonte oyendo aquesto
Contra el cielo se volvía.
Y a Sacripante a batalla,
Y aun al mundo, desafía.
Llega Agramante, y Gradaso,
Mandricardo y Ruger iban,
Y sabido todo el caso
En confusión les ponía.
Mas pretendiendo Agramante
Componer estas porfías.
Por la linda Doralice
Delante todos envía.
Y que a quien ella escogiera
De los dos que la querían.
Ése se quede con ella,
Y que el otro más no pida.
El de Argel y el de Tartaria,
Dicen que así lo querían,
Que el uno está confiado
Y el otro también confía.
Escogiera a Mandricardo,
Rodamonte se iba
Desesperado y furioso
Por la pérdida sufrida.
Sacripante tras él parte,
Que su caballo quería.
Entre Rugero y Gradaso,
Echan suertes, cuál haría
Con Mandricardo batalla,
Y a Rugero le caía.
Con que la haga Rugero
Por lo que a los dos cumplía,
Y fue la más brava y fuerte
Que visto jamás se había;
Donde mostrando Rugero
El gran valor que tenía.
Gradaso ganó la espada.
Perdió el tártaro la vida.