EL HORNERO - Leopoldo Lugones


La casita del hornero
Tiene alcoba y tiene sala.
En la alcoba la hembra instala
Justamente el nido entero.

En la sala, muy orondo,
El padre guarda la puerta,
Con su camisa entreabierta,
Sobre su buche redondo.

Lleva siempre un poco viejo
Su traje aseado y sencillo.
Que, con tanto hacer ladrillo,
Se le habrá puesto bermejo.

Elige como un artista
El gajo de un sauce añoso.
O en el poste rumoroso
Se vuelve telegrafista.

Allá, si el bario está blando,
Canta su gozo sincero.
Yo quisiera ser hornero
Y hacer mi choza cantando.

Así le sale bien todo,
Y así en su honrado desvelo,
Trabaja mirando el cielo
En el agua de su lodo.

Por fuera, la construcción
Como una cabeza, crece,
Mientras, por dentro, parece
Un tosco y buen corazón.

Pues como su casa es centro
De todo amor y destreza,
La saca de su cabeza
Y el corazón pone adentro.

La trabaja en paja y barro,
Lindamente la trabaja,
Que en el barro y en la paja
Es arquitecto bizarro.

La casita del hornero
Tiene sala y tiene alcoba,
Y aunque en ella no hay escoba,
Limpia está con todo esmero.

Concluye el hornero su horno,
Y con último retoque
Le deja áspero el revoque
Contra el frío y el bochorno.

Ya explora al vuelo el circuito,
Ya sobre la tierra lisa
Con tal fuerza y garbo pisa,
Que parece un martillito.

La choza se orea en tanto,
Esperando a su señora,
Que elegante y avizora,
Llena su humildad de encanto.

Y cuando acaba, jovial,
De arreglarla a su deseo,
Le pone con un gorjeo
Su vajilla de cristal.