LENGUAJE DE LA NATURALEZA - Bernardo de Balbuena
Bernardo de Balbuena, poeta español autor de La grandeza mexicana, dice en este pasaje de su celebre poema “El Bernardo”, que todas las cosas tienen su lenguaje, no do todos comprendido, sino de algunos privilegiados, a quienes el Engaño no embotó los sentidos al nacer.
Todas las cosas que en el mundo vemos,
Cuantas se alegran con la luz del día,
Aunque de sus lenguajes carecemos,
Su habla tienen, trato y compañía;
Si sus conversaciones no entendemos,
Ni sus voces se sienten cual la mía,
Es por tener los hombres impedidos
A coloquios tan graves los sentidos.
¿Quién publica a las próvidas abejas
Sus sabios aranceles y ordenanzas?
¿a quién el ruiseñor envía sus quejas
Si siente al cazador las asechanzas?
¿Quién a las grullas dice y las cornejas
De los tiempos del mundo las mudanzas?
al prado que florece más temprano,
¿Quién le avisa que viene ya el verano?
¿Quién sino estos lenguajes, que, escondidos,
No de todas orejas son hallados,
Mas de sus sordas voces los ruidos
Los raros hombres a quien dan cuidados?
Tan absortos los traen, tan divertidos,
Y en tan nuevas historias ocupados,
Que es fuerza en esto confundirse todos
En varios casos por diversos modos.
Créese que del ruido que las cosas
Unas con otras hacen murmurando.
De su armonía y voces deleitosas
Las suspensiones dan de cuando en cuando;
Que en su canto y palabras poderosas
Así el seso se va desengazando,
Que el de más grave precio se alborota,
Y el saber de mayor caudal se agota.
Desto a veces se engendra la locura
Y las respuestas sin concierto dadas,
Sin traza al parecer, sin coyuntura,
Ni ver cómo ni a quién encaminadas:
Los árboles, los campos, su frescura,
Las fuentes y las cuevas más calladas,
A quien llega a sentir por este modo
Todo le habla, y él responde a todo.
Y el no entender ni oír este lenguaje
Con que el mundo se trata y comunica,
Y a su Criador en feudo y vasallaje
Eternos cantos de loor publica,
La ocasión cuentan que es cierto brebaje
Que el Engaño, en naciendo, nos aplica,
De groseras raíces de la tierra,
Que el seso embota y el sentido cierra.
Mas aquel que, por suerte venturosa
Y favorable rayo de su estrella,
La voz desta armonía milagrosa
Libre de imperfección llega a entedella,
Al cuerpo la halla y alma tan sabrosa,
Que a todas horas ocupado en ella,
A sólo su feliz deleite vive,
Y de otra cosa en nada le recibe.
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