AL MAMORÉ - Ricardo José Bustamante
En Mamoré, río de Bolivia y el Brasil, que arrastra sus aguas por regiones vírgenes y solitarias espesuras de sin par belleza, tiene un cantor elegante e inspirado en Ricardo José Bustamante, diplomático y literato boliviano (1821-1880). quien hace votos por que el progreso llegue hasta aquellos territorios y los despierte de su sopor.
Hay aquí en regiones ignoradas giras,
Serpiente nacarada, bajo un cielo
Palio de lumbre por do tiende el vuelo
La garza colosal;
Río argentado que onduloso ciñes
Vírgenes bosques, o en variadas tintas
Sobre tu espejo con sus nubes pintas
El éter tropical.
Al fin respiro tus fragantes auras;
Tus palmas miro que columpia el viento;
Oigo en tus selvas armonioso acento
Y admiro tu quietud;
Oh tú a quien siempre en ilusión lejana
Vi cual portento que a la patria mía
Las puertas abras a su gloria un día,
¡Gran Mamoré! -¡Salud!
De región fría y apartada vengo,
Donde el monarca de los Andes brilla
Con su manto de armiño, maravilla
De ingénito poder.
De allí al empuje de infortunio infausto
Yo vengo, si, cansado peregrino,
Y al verte aparecer en mi camino
Ya aliento de placer.
Placer que inspira al corazón patriota
Alegre canto y de solaz lo llena;
Así el proscrito ya olvidó su pena
Al verte, Mamoré.
Si no es mi canto como el dulce canto
De los Dardos que pueblan tus regiones,
Preludia sobre ti las bendiciones
Del porvenir, con fe.
En el seno feraz de los desiertos
Genio escondido en soledad murmuras
Al blando soplo de las auras puras
Con plácido reír;
Mientras la patria tu existencia ignora,
Cual ignoras que en ella los humanos
Se agitan por correr tras los arcanos
De un grande porvenir.
Sobre tu manto liquido, ondulante,
Refleja el cielo diamantina estrella.
Que suerte anuncia venturosa y bella
Al patrio pabellón;
Cumplir se debe tan brillante ensueño.
Undoso río que hacia el mar te lanzas
Mecido por futuras esperanzas
De gloria y de ambición.
Corres hoy arrastrando añosos troncos
Que aun ostentan ropaje de esmeralda.
O ya a los juncos de la verde falda
Arrancas tierna flor;
Tu majestuosa soledad recrean
Parleras aves de pintadas plumas
Que en ti retratan su elegancia suma.
Girando en derredor.
Caimán que invade la arenosa orilla,
Blanco bufeo que rasgando el agua
El rumbo sigue de veloz piragua,
O la hoja que cayó;
O ya algún tigre que a la opuesta margen
Se lanza a nado con tranquila frente,
Perturban la quietud de tu corriente
Que el hombre aun no turbó.
Tendido al pie de la floresta virgen,
Cual amante a los pies de la que adora,
Cuando el último rayo del sol dora
Tus ondas de cristal.
Te deleitas feliz con los perfumes
Que en alas de la brisa pasajera
Te arroja de su ondeante cabellera
Tu amada virginal.
Es solemne el concierto de tus bosques
En el silencio de la noche, cuando
Con grito melancólico turbando
La augusta soledad,
El pájaro gemífero y el viento
En bonanza te aduermen deliciosa,
Mientras el rayo de la luna hermosa
Te da su claridad.
Tal es tu vida en el presente, oh río;
Gigante puerta del soberbio templo
Que, de prósperos pueblos al ejemplo,
La patria labrará.
Hay de vida otro mundo que en ti duerme
Mundo y vida de acción en la natura
Con que a los hombres dispensó ventura
La mente de Jehová.
Dormiste el sueño de pasados siglos;
Siempre ignorado resbalaste en calma;
Siendo tus ondas de la acción el alma.
Tu noche larga fue.
Rompa tu sueño secular el hombre:
Tu margen pueble de ciudades bellas;
Marque en tus bosques el vapor sus huellas,
¡Despierta, Mamoré!
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