LA ENCINA - Naborré Campanini


Naborré Campanini, literato y docto crítico italiano (1850-1925), es el autor de esta melodiosa elegía, entonada a la muerte de un robusto árbol derribado por el hacha implacable del leñador.

Aérea y soberbia y en montes encumbrados,
Los brazos desplegados
Cual si quisieran fuertes los mundos abrazar,
Gigante te levantas
Sobre árboles humildes y ruborosas plantas
Que por señora y reina te quieren saludar.

Al renacer el Mayo, cuando sus róseas lumbres
El sol daba a las cumbres,
De tus ocultos nidos oíase el clamor;
Y, al anheloso pío,
Batió, sobre tu frente bañada de rocío,
Las alas amorosas el pájaro cantor.

Al sol del medio día, subiendo el empinado
Risco, manso ganado
Vino tu vasta sombra, tus hierbas a buscar,
Y se movió en tus hojas,
Zumbando, activa abeja; y te contó congojas
Monótona cigarra brindando a reposar.

¡Oh cuántas veces, mudo, he contemplado el llano
Que, profundo y lejano.
Envuelto entre la bruma de inmensa luz se ve!
¡Y cuántos, cuántos sueños
De anhélitos fecundos y de himnos halagüeños
Creó mi fantasía, de tu ramaje al pie!

Mas al rayar de un día, turba de labradores,
Cantando sus amores,
Llegó junto a tu trono mostrándose feliz...
Después el hacha hicieron
Brillar en el espacio, y juntamente hirieron,
Al ritmo de sus cantos, tu tronco y tu raíz.

Quejáronse las hojas con hórrido lamento.
Cual si al furor del viento
Cediesen, o al impulso del rígido turbión.
Crujió tu tronco erguido...
Cual héroe de Homero que se desploma herido,
Y el eco da a los valles de su armadura el son,

Tal caíste. Las aves que en tu ramaje hallaron
Descanso, retornaron;
Mas ¡ay! que en vuelo inútil por el espacio van,
Y en la apenada umbría
Entonan a tu muerte tristísima elegía,
Y sus quejidos vanos por el espacio dan.

Te llora el monte, en tanto que yo, tu amante mudo,
Al funeral saludo
Me junto, entre las ramas que con mi planta hollé
Distiendo la mirada
Lejos de este barranco de peña quebrajada
Al recordar las glorias que aquí, feliz, soñé.

Lejos, por la azulada niebla en que el mar se advierte,
Miro galano y fuerte
Mover las regias palas magnífico vapor.
Así, tu ser trocado,
Tal vez ¡oh encina! vayas a reino dilatado,
Y el nombre de mi Italia proclames con honor.

Tal tu destino ¡oh roble, fuerte entre fuertes! Cuando
El duro invierno, errando,
Nieves en torno esparza de horrible tempestad,
De tu tronco a la quieta
Llama, ni ya ignorado, ni ya inútil poeta,
Meditaré los himnos de amor y libertad.