REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY


El autor de este himno, Francisco Acuña de Figueroa, es el primero de los poetas uruguayos, en el orden cronológico. Nació en Montevideo ei 20 de setiembre de 1790, y murió el 6 de octubre de 1862. Educado en Buenos Aires, desempeñó después en su patria varios cargos públicos, como el de director de la Biblioteca Nacional, tesorero genera! del Estado, miembro de las Asambleas de Notables y del Consejo del Estado, durante el sitio de Montevideo, etc. Fue miembro fundador del Instituto Histórico-Geográfico. vocal de Instrucción Pública, y Censor de teatros. Poeta epigramático por excelencia, pulsó, sin embargo, otras cuerdas de la lira con verdadera maestría. Dotado de una fecundidad excepcional, llegó a escribir tanto, que sus obras forman doce volúmenes. La música del himno es D. J. Deballi.

¡Orientales, la Patria o la tumba!
¡Libertad, o con gloria morir!
Es el voto que el alma pronuncia,
Y que heroicos sabremos cumplir.

¡Libertad, libertad! Orientales,
Este grito a la patria salvó,
Que a sus bravos en fieras batallas
De entusiasmo sublime inflamó.
De este don sacrosanto la gloria
Merecimos... ¡Tiranos, temblad!
¡Libertad en la lid clamaremos,
Y muriendo, también libertad!

Dominando la Iberia dos mundos
Ostentaba su altivo poder,
Y a sus plantas cautivo yacía
El Oriente sin nombre ni ser.
Mas repente, sus hierros trozando
Ante el dogma que Mayo inspiró,
Entre libres y déspotas fieros
Un abismo sin puente se vio.

Su trozada cadena por armas,
Por escudo su pecho en la lid;
De su arrojo soberbio temblaron
Los feudales campeones del Cid.
En los valles, montañas y selvas.
Se acometen con ruda altivez.
Retumbando con fiero estampido
Las cavernas y el cielo a la vez.

Al estruendo que en torno resuena
De Atahualpa la tumba se abrió,
Y batiendo sañudo las palmas
Su esqueleto... ¡Venganza! gritó.
Los patriotas, al eco grandioso,
Se electrizan en fuego marcial,
Y en su enseña más vivo relumbra
De los Incas el Dios inmortal.

Largo tiempo, con varia fortuna,
Batallaron Liberto y Señor,
Disputando la tierra sangrienta
Palmo a palmo con ciego furor.
La justicia por último vence,
Domeñando las iras de un rey;
Y ante el mundo la Patria indomable
Inaugura su enseña y su Ley.

¡Orientales! mirad la bandera
De heroísmo fulgente crisol;
Nuestras lanzas defienden su brillo:
¡Nadie insulte la imagen del sol!
De los fueros civiles el goce
Sostengamos, y el código fiel
Veneremos inmune y glorioso,
Como el Arca Sagrada Israel.

Porque fuese más alta tu gloria,
Y brillasen tu precio y poder,
Tres diademas, ¡oh Patria!, se vieron
Tu dominio gozar y perder...
Libertad, libertad adorada,
¡Mucho cuestas, tesoro sin par!
Pero valen tus goces divinos
Esa sangre que riega tu altar.

Si a los pueblos un bárbaro agita.
Removiendo su extinto furor,
Fratricida discordia evitemos:
Diez mil tumbas recuerdan su horror.
Tempestades el cielo fulmine,
Maldiciones desciendan sobre él,
Y los libres adoren triunfante
De las leyes el rico joyel.

De laureles ornada brillando
La Amazona soberbia del Sud,
En su escudo de bronce reflejan
Fortaleza, justicia y virtud.
Ni enemigos le humillan la frente.
Ni opresores le imponen el pie;
Que en angustias selló su constancia.
Y en bautismo de sangre su fe.

Festejando la gloria y el día
De la nueva República el Sol.
Con vislumbres de púrpura y oro
Engalana su hermoso arrebol.
Del Olimpo la bóveda augusta
Resplandece, y un ser divinal
Con estrellas escribe en los cielos,
¡Dulce Patria, tu nombre inmortal!

De las leyes al numen juremos
Igualdad, patriotismo y unión,
Inmolando en sus aras divinas
Ciegos odios y negra ambición.
Y hallarán los que fieros insulten
La grandeza del pueblo oriental,
Si enemigos, la lanza de Marte,
Si tiranos, de Bruto el puñal.


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