Paul Ehrlich es un discípulo que aventaja y glorifica a su maestro
Paul Ehrlich, que laboró activamente con Koch y recibió de éste grandes pruebas del aprecio que sentía por su genio, no compartió el escepticismo de los sabios de la época frente a la idea de su maestro. Creía posible la esterilización interna del organismo. Pues, se decía, si podemos destruir muchos gérmenes infecciosos en las probetas de ensayo, también podremos destruirlos dentro del organismo, la probeta natural donde ellos se alojan. El problema tiene una solución, la única correcta, y era para Ehrlich la enunciada por su maestro. El gran problema era conseguir la droga que pudiera actuar contra los microbios sin lesionar el organismo, y a ello se aplicó con todas sus fuerzas el genial discípulo de Koch.
Ehrlich, que nació en Alemania en 1854, recibió su título de médico en el año 1878. Sin embargo, la práctica de la profesión no le atraía y desde el primer momento se dedicó a las investigaciones bacteriológicas. Junto a Koch comprendió las ventajas del uso de elementos químicos para atacar los microbios, causa de las enfermedades infecciosas, y se propuso encontrar aquél que, inyectado en el organismo vivo, matara al causante de la enfermedad sin lesionar al paciente en sus órganos vitales.
Realizó numerosas experiencias; todas, aunque conducentes a su ansiada finalidad, dejaron grandes mejoras en el campo de la bacteriología. Descubrió el medio de colorear los tejidos vivos, y pronto los anatomistas pudieron aplicar este método al estudio de la constitución y distribución del tejido nervioso. Estableció procedimientos de diagnóstico, describió gérmenes morbosos, resolvió problemas químicos, pero toda esta labor, que muchas veces basta para conceder gloria a un hombre, palidece ante el gran descubrimiento de Ehrlich. Todos estos éxitos dejaban indiferente al tenaz sabio, pues ninguno era la solución de su gran ambición: descubrir un agente químico capaz de esterilizar los organismos vivos. Sin embargo, su genio y perseverancia se impusieron, y un día pudo presentar al mundo una nueva droga, el salvarsán, palabra que designa una droga arsenical para la salvación de la humanidad. La sífilis, enfermedad que durante siglos había azotado al hombre, fue combatida con ese producto, y por primera vez se obtuvo un agente esterilizador interno de los organismos vivientes. Ehrlich preparó así el camino para nuevos y fecundos descubrimientos de la quimioterapia.
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