De cómo llegó Atenas a ser una ciudad poderosa y bella bajo el gobierno de Pericles
Era costumbre de los antiguos griegos reunirse en la plaza pública para discutir los asuntos importantes. Allí, frente al pueblo, grandes oradores y políticos exponían sus ideas, y aquel que demostraba responder mejor a los intereses comunes era elegido jefe. Así surgió Pericles, uno de los oradores y políticos más hábiles que conoció Atenas, y que gobernó por espacio de casi veinte años. Después de las guerras contra Persia, muchas ciudades griegas habían quedado casi completamente destruidas, por lo cual Pericles propuso la formación de una liga de ciudades con el objeto de asegurar su reconstrucción y su defensa contra posibles enemigos.
Bajo su dirección, Atenas no sólo aumentó en poder, sino también en riqueza, en belleza y en ciencias. En efecto, el más afamado de sus escultores, Fidias, y poetas tan célebres como Sófocles, vivían entonces en Atenas; y los nombres más sabios de aquella época fueron amigos de Pericles. Así llegó Atenas a ser una de las más florecientes ciudades del mundo y el centro artístico y cultural de Grecia. Muchos opinan que Pericles fue el mayor de los estadistas griegos, y ciertamente nadie hizo tanto bien a su ciudad. En efecto, el siglo en que él vivió, fue llamado el “Siglo de Oro” o “Siglo de Pericles”. No obstante, ni él ni ninguno de aquellos grandes hombres pensó en procurar unir a los griegos en una gran nación que pudiera desarrollarse armónicamente, sino que todas sus ciudades continuaron separadas, lo cual dio origen a un sinnúmero de disputas y rivalidades entre ellas.
De todas estas contiendas fue la mayor la que surgió entre Atenas y Esparta, por haber pretendido esta última ponerse al frente de todos los Estados griegos; mas Atenas, que continuaba aún gobernada por Pericles, no queriendo que Esparta impusiese sus leyes, ofreció su ayuda a otras ciudades que rehusaron igualmente obedecer a los espartanos. Esto provocó la guerra, y durante algún tiempo pareció que Atenas se mantendría definitivamente a la cabeza del pueblo griego. Algunos opositores de Pericles lograron que éste fuera reemplazado por otros jefes, pero de todos sus sucesores ninguno estaba adornado de sus dotes de previsión y de gobierno, y cuando se quiso reelegir a Pericles, éste ya había caído enfermo, víctima de una peste que asoló la ciudad, a cuya decadencia contribuyeron los inútiles esfuerzos que hizo para dilatar su poder más allá de lo que le convenía.
Logró entonces Esparta imponerse como ciudad jefe, de modo que casi todos los Estados de Grecia, aun los que no le estaban enteramente sometidos, se vieron obligados a doblegarse a su voluntad. Después, no fue ya Atenas la que desafió el poder de Esparta, sino un Estado vecino llamado Tebas, el cual fue, durante algún tiempo, el más poderoso de Grecia.
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