Benito Pérez Galdós y sus famosos episodios ancionales
Ya han levantado su obra tres novelistas del realismo español: Antonio de Alarcón, Juan Valera y José María de Pereda, cuando aparece Benito Pérez Galdós. A los veinte años -1863- llega desde las Canarias a Madrid a estudiar, de mala gana, la carrera de leyes. ¿Por qué, si en el Instituto de Las Palmas fue un estudiante aprovechado? Tal vez intuía su misión. Ensimismado y modesto siempre, poco o nada dejó entrever de su niñez y de su tierra natal. En un momento crucial, su encuentro con Pereda puede darnos la clave de sus Episodios Nacionales. Galdós no escribió en frío aquella tragedia. Se arrojó después de su primera novela La fontana de oro, al corazón flamígero de la historia, se sumó a la pasión nacional, palpitó en ella. Era un hombre atalaya, un observatorio, un silencioso que no hablaba sino para preguntar, que no miraba sino para escudriñar hasta la raíz de las cosas reales, que no vivía sino para sorprender la vida en su manso fluir o en su hervir tumultuoso y expresarlo en sus más hondos repliegues, para extraer de ella la inmensa suma de materiales humanos con que iba forjando su breve humanidad estética, con tal arte de condensación y de escorzo, de las distancias y del aire interpuesto, que alcanzó a darnos, ante su abreviado mundo, la sensación del mundo grande.
Lo ingente de su obra se condensa así: publicó cuarenta y seis libros de sus Episodios Nacionales, cuarenta y dos novelas y obras menores, y dieciocho obras de teatro, lo que suma ciento seis volúmenes. Al prologar su novela Misericordia nos revela el secreto de su arte:
“Me propuse descender a las capas ínfimas de la sociedad matritense, describiendo y presentando los tipos más humildes, la suma pobreza, la mendicidad profesional, la vagancia viciosa, la miseria, dolorosa casi siempre, en algunos casos picaresca y criminal y merecedora de corrección. Para esto hube de visitar la guarida de gente mísera o maleante que se alberga en los populosos barrios del sur de Madrid”.
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