Juan Luis Vives, un pedagogo español que tuvo el alma universal del renacimiento
En 1540, moría Juan Luis Vives en Bélgica, lejos de su nativa Valencia. Era Vives uno de los espíritus universales más puros y nobles que produjo el humanismo renacentista, y en él se aunaban la tradición cristiana medieval y el nuevo espíritu nacido del contacto con la antigua cultura grecolatina. Nacido en España, estudiante en Valencia y en París, profesor en Lovaina y en Oxford, dirigió sus escritos y dedicó sus obras a los soberanos de los principales países de Europa; la influencia de este humanista se dejó sentir de un modo directo en todo Occidente.
Fino psicólogo y comentador incansable de los métodos y las normas de la enseñanza, las obras de este eminente polígrafo, sobre todo el Tratado del alma y el Tratado de la enseñanza, alimentaron y orientaron la educación del Renacimiento.
En el hogar donde nació Vives se unían, según parece, los caracteres que constituirían su personalidad; por un lado la estricta pauta de la Edad Media; por otro, la dulzura del Humanismo. Hablando de su madre el propio Vives dice: “Madre ninguna amó con mayor ternura a su hijo que la mía me amó a mí. Y, sin embargo, ningún hijo más que yo se sintió menos amado de su madre. Casi nunca me sonrió; nunca se me mostró indulgente”.
La acción de la atmósfera familiar fue completada por la acción de una buena escuela. Cuando a ella alude en uno de sus diálogos, el recuerdo es agradable. No lo es tanto el de las universidades que frecuentó. La primera fue el Studium Genérale de Valencia, fundado en 1500; allí cayó en manos de Jerónimo Amiguet que, según parece, era el más triste ejemplo de la corrupción en que habían caído el uso y la enseñanza del latín y de la gramática. Poco después se trasladó a París. El joven encontró allí dialéctica, en lugar de ciencia. La Ciudad Luz lo desilusionó.
A lo largo de toda su vida mantuvo Vives estrecha relación intelectual con personajes importantes. Puede decirse que su intensa vida social empezó, en 1517, cuando fue nombrado preceptor de Guillermo de Croy, quien a los 18 años era obispo de Cambrai y a los 19 cardenal arzobispo electo de Toledo. En 1519, Vives es ya profesor en Lovaina, donde conoce a Erasmo de Rotterdam y al rector Adriano Dedel, que fue más tarde papa con el nombre de Adriano VI.
En 1523 se encuentra en Oxford, donde dicta un curso de Humanidades y otro de Derecho, con tal éxito, que el rey, la reina y la misma corte se trasladaron una vez allí para escuchar sus lecciones. Durante su estada en Inglaterra, Vives trabó amistad con el canciller Tomás Moro, otro gran humanista, y es probable que con él empezara a interesarse por los problemas sociales. En 1525, durante la época de sus relaciones personales con el canciller, escribió el libro De la ayuda a los pobres, en el que se echa de ver una intensa piedad con los humildes y desvalidos, una acuciante solicitud por el bien público y un profundo amor a la humanidad.
Cuando Enrique VIII quiso repudiar a su esposa, la reina Catalina de Aragón, Vives se puso decididamente de parte de la reina, cayó en desgracia ante el monarca y tuvo que abandonar Inglaterra. Se estableció en Brujas donde se consagró al estudio y redactó sus obras más importantes.
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