Los tesoros de Pompeya alojados en el museo de Nápoles


La sala de la planta baja del museo de Nápoles está repleta de monumentos, pero si subimos a las salas superiores veremos cien mil cosas más. No se crea que esto es una conjetura o, sencillamente, una afirmación de carácter general. No, hay realmente en esas salas cien mil cosas diferentes, entre las que se admiran monedas, bronces y cuantos objetos se han extraído desde que empezaron a efectuarse las excavaciones.

En las casas y palacios de la ciudad sepultada se encontraron figurillas y estatuas de bronce, centenares de pinturas murales y hermosos jarrones de toda especie. Se hallaron, también, cerraduras y llaves y utensilios de cocina; pucheros y cacerolas, saleros y balanzas, botellas y cuchillos, vasijas para cocer veinte huevos a la vez, y pequeñas estufas; camas y sillas; cepos en los cuales metían a los presos y en donde se encontraron cuatro esqueletos; cajas de caudales donde se guardaban el dinero y las joyas; estilos y tablillas enceradas para escribir; tinta todavía en las botellas, para dibujar o pintar, aunque seca, e instrumentos de cirugía semejantes a los que se usan en nuestros días.

En una sala se exhiben los pasteles que estaban encima de las mesas cuando sobrevino la catástrofe; un pan partido por el medio; carne en una cacerola, dispuesta para guisarla; judías, guisantes, ciruelas, uvas y otras frutas preparadas para los postres. Vense también fragmentos de mesas, conservados durante casi dos mil años debajo de la tierra. Y, cosa curiosísima, casi increíble: ¡ha sido hallado un huevo entero! Parece imposible, pero es verdad.. El Vesubio destruyó esta ciudad, arrojó a sus habitantes fuera de ella, y segó, lo menos, 2.000 vidas en una sola hora. Sepultó la ciudad debajo de cantidades inmensas de ceniza, y allí, en medio de tan vasta destrucción, ha permanecido ese huevo, bajo tierra, a pesar de su fragilidad, mientras se estaban formando las nacionalidades de la Europa actual.

Esta ciudad vacía y muerta es, verdaderamente, un lugar de aflicción y abatimiento. A su vista, el corazón se siente oprimido, considerando la inmensa calamidad sobrevenida a una ciudad tan bella. La inmortalidad de Pompeya es de aquéllas que ninguna ciudad ansia. Sin embargo, su muerte sirve para aumentar la prosperidad de la activa ciudad de Nápoles; pues muchos van a Nápoles para ver a Pompeya y conocer el museo de la capital vesubiana.

Cualquier esfuerzo, cualquier molestia deben darse por bien empleados, a trueque de poder visitar los fríos restos de la que en otro tiempo fue ciudad llena de vida, y que hoy, a causa de una de las mayores catástrofes de que hay memoria, está convertida en un montón de históricas ruinas, sacadas por la mano del hombre de las profundidades de la tierra, y devueltas a la luz del día.