En la región del antiguo reino de Valencia abundan las reliquias
Valencia se extiende como una franja a lo largo de la costa del Mediterráneo, desde Cataluña hasta Murcia, y hállase administrativamente dividida en tres provincias: Castellón de la Plana, Valencia y Alicante. Los ríos Cenia, Júcar y Segura, y una red de obras hidráulicas que aseguran el regadío, hacen del territorio un florido vergel; aunque el interior es montuoso, los valles valencianos son plenamente aptos para los cultivos agrícolas, entre cuyos productos sobresalen el arroz, las naranjas, las vides, los melones, el cáñamo, las almendras, pasas e higos, hortalizas y granos diversos.
La región llamada “huerta de Valencia” es una amplia extensión (casi 10.000 hectáreas) regada por un sistema de canales cuya construcción data de la era romana, después perfeccionados por los moros, y cuyo uso es regido por un reglamento dado por Jaime el Conquistador hacia 1239. Valencia, la ciudad de mayor importancia, es un centro comercial muy activo, especialmente por el próximo puerto de Grao, vía de salida de los productos de la región. En la urbe valenciana existen edificios tan notables como la catedral, cuya construcción data del siglo xiii; la iglesia de Santa Catalina, antes mezquita; la de San Andrés, del pleno Renacimiento, y numerosas construcciones o ruinas de ellas, de la época romana. La mayor parte de las poblaciones, grandes o pequeñas, del antiguo reino de Valencia, son de fundación muy remota, y por ello no resulta sorprendente que abunden las reliquias históricas, testigos de acontecimientos que hoy forman parte del folklore o de la historia lugareña.
La actividad industrial no desmerece a la agrícola, y así se levantan en Valencia plantas fabriles de tanta importancia como las dedicadas a la producción de azulejos y lozas famosos por su colorido y belleza, porcelanas, naipes, textiles -especialmente paño y sedas-, así como establecimientos editoriales y tipográficos justamente celebrados en todo el mundo.
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