PROCEDENCIA DE LOS PRIMEROS HABITANTES DE NORTEAMÉRICA

Nada se sabe respecto a la procedencia de los primeros pobladores de Canadá y de Estados Unidos, ni nada en concreto dice la Historia acerca de la época en que penetraron en aquellos territorios americanos. Los hombres de ciencia no han llegado a una conclusión en sus estudios prehistóricos sobre dichos países, y, por consiguiente, queda abierto ancho campo para hipótesis y conjeturas más o menos fundadas.
Es muy posible que algunas emigraciones, procedentes de Asia, pasaran por Alaska a aquellas regiones, en las que se extendieron con los años, pues hay razones para creer que América estuviera entonces unida a Asia por una faja de tierra, que muy bien pudo servirles de paso.
Quizá se valieron, si tal nexo entre ambos continentes no existía, de barcas rudimentarias, construidas con pieles o con troncos ahuecados, para salvar la distancia que separaba ambas orillas. Sea de ello lo que fuere, es cosa cierta y probada que los primeros hombres de raza blanca que vieron tierras del Canadá fueron los normandos, cuando en el año 1000 Leif y Biorm costearon parte de la región hoy llamada Nueva Escocia, y navegaron en aguas del golfo de San Lorenzo. Éstos encontraron indios pieles rojas en aquellas comarcas; y, si hubieran hecho entonces una descripción de la vida y costumbres de tales tribus, ésta hubiera concordado, sin duda, con lo que hallaron los exploradores que cinco siglos después se aventuraron a penetrar en aquellas tierras.
No abundan los datos sobre la expedición de los normandos, capitaneada por Leif, y no sabemos por consiguiente qué nombre daría aquel explorador a los aborígenes, pero Colón, que al pisar suelo americano lo hacía en la creencia de arribar a la India, los llamó indios, nombre con el que son conocidos generalmente, aun cuando también es muy frecuente llamar a los indígenas de Norteamérica pieles rojas.
Su color natural es rojizo o acanelado; pómulos salientes, ojos oscuros y pelo liso y negro, constituyen su fisonomía típica. Los hombres solían llevar la cabeza toda rasurada, menos un mechón de cabello que dejaban crecer para atar a él plumas de ave. Eran por lo general barbilampiños, y si en sus rostros asomaba algún pelo, acostumbraban arrancarlo de raíz. Divididos en diversas tribus, diferenciábanse sobremanera unos de otros, y así tribus había cuyos individuos eran altos y fornidos, a la par que los de otras eran de corta estatura y de más débil resistencia física. Pacíficos y sociales los unos, fieros y guerreros los otros; quiénes eran honrados, y quiénes dados al fraude, e impostores; y mientras algunos de ellos eran relativamente entendidos en el cultivo de la tierra y en la construcción de sus viviendas, la inteligencia de muchos no parecía más clara que el instinto bruto de los animales.