Comienzo de la revolución: la famosa "declaración de derechos"
En tal situación estalló una riña entre algunos trabajadores y unos soldados de la guarnición de Boston; alborotóse el pueblo; hizo fuego la guardia y mató a tres paisanos; enardecida, la muchedumbre obligó a que saliesen de la ciudad las tropas, que se alojaron en el fuerte William, y fueron presos los que habían disparado (1770).
Desde entonces fue creciendo por momentos la aversión de los colonos a la metrópoli, y sólo se esperaba ocasión propicia para correr a las armas contra la dominación inglesa, mientras ocurrían de continuo reyertas y atropellos de que eran víctimas los empleados, y la violencia llegaba al extremo de ser arrojados al mar cargamentos de té traídos por los buques.
El gobierno inglés, resuelto a restablecer a todo trance la obediencia, hizo aprobar por el Parlamento tres leyes severísimas: cierre del puerto de Boston a todo tráfico mercantil; abolición del derecho de los colonos de Massachusetts a elegir sus magistrados y jueces, y entrega de los ciudadanos acusados de rebelión al fallo de los tribunales de la metrópoli, todo lo cual estrechó aun más los lazos entre los agraviados.
Un congreso general reunió en Filadelfia a cincuenta y cinco diputados de las diversas colonias (4 de setiembre de 1774) que promulgaron la famosa Declaración de derechos y enviaron un mensaje al rey de Inglaterra en que dirigían graves amenazas contra el gobierno si éste persistía en su conducta.
Cada vez más firmes las colonias, excepto la de Nueva York, en su propósito de separarse de la metrópoli, resolvióse que quedaran cerrados al comercio inglés todos los puertos, desde el primero de febrero de 1775; a lo cual respondió la metrópoli declarando en estado de sitio el Massachusetts y estableciendo el bloqueo de su litoral. Desde entonces sólo era cuestión de días la rebelión, y de ahí que abandonaran a Boston muchos habitantes, temerosos de los males que pudieran ocurrirles.
Todo estaba ya organizado para lanzarse al campo; 30.000 hombres de milicias, a los cuales se llamó Minutemen, esto es, dispuestos a acudir al minuto, sólo esperaban la orden para empuñar el fusil.
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