Los tesoros del Vaticano: la tumba de San Pedro, las sagradas reliquias y las obras de arte
Durante la época del Renacimiento, el Vaticano fue un centro de arte y cultura así como metrópoli de la Iglesia católica. De aquellos días datan los magníficos tesoros artísticos que maravillan a cuanto peregrino o turista tiene ocasión de contemplarlos: obras de Fra Angélico, Sandro Botticelli, Ghirlandaio, Perugino, Pinturicchio, Mantegna, Rafael y del genial Miguel Ángel enriquecen muros y techos de los miles de recintos del Vaticano.
El gran palacio que sirve de residencia a los papas data de la época de Sixto V, y fue completado durante el reinado de Clemente VIII.
Anexos al grupo de palacios del Oeste se hallan los jardines, rodeados por la muralla construida durante el papado de León IV, en una de cuyas torres se ha instalado el observatorio astronómico. Primorosamente cuidados, constituyen un espectáculo sedante, y se explica que el Santo Padre realice prolongados paseos por ellos, en busca de descanso y distracción después de jornadas de fatiga.
Tal vez la más sagrada reliquia que guarda el Vaticano se halla encerrada bajo el pavimento de la monumental catedral de San Pedro, la mayor de las iglesias del mundo. Ella es la tumba del apóstol Pedro, a quien Cristo encomendó la organización de su Iglesia. Cuando la vieja basílica fue demolida para dar paso al edificio de la actual catedral, la tumba de san Pedro fue lo único respetado. Julio II, que ocupaba el solio pontificio, rehusó firmemente aprobar el proyecto del arquitecto Bramante, porque incluía la remoción de los sagrados restos. El colosal baldaquino de bronce que hoy puede admirarse en el centro de la nave, sobre la tumba del apóstol, lo diseñó Bernini por resolución del papa Urbano VIII. Aloja una reliquia inestimable: una cátedra-a que la tradición afirma fue la utilizada por san Pedro en ceremonias religiosas. No es un trono de oro: se trata de una humildísima silla de madera, a la que los devotos carolingios incrustaron siglos más tarde placas de marfil. Está depositada dentro de un arca-relicario, sostenida por cuatro estatuas de bronce, también obra de Bernini, que representan a los grandes doctores de la Iglesia: san Agustín y san Ambrosio por la romana, y san Atanasio y san Juan Crisóstomo por la griega.
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