Inglaterra afronta una nueva y más terrible guerra mundial
Cuando Jorge VI subió al trono, la guerra comenzaba a perfilarse nuevamente en Europa. En setiembre de 1939 Gran Bretaña se vio obligada a declarar la guerra a Alemania para cumplir los pactos firmados con la República Francesa. Los primeros hechos de armas fueron desfavorables para Gran Bretaña y sus aliados. Sin embargo, una vez más el pueblo británico aceptó el tremendo sacrificio de la guerra y, unido como nunca lo estuviera, trabajó sin tregua para lograr la victoria. En 1940 estuvo a punto de ser invadido, pero la decisión del primer ministro Winston Churchill, que en un dramático llamado exigió todo a su pueblo, ofreciéndole en cambio "sólo sangre, sudor y lágrimas", salvó la dificilísima situación porque atravesaba el país.
La aviación alemana bombardeó a las ciudades inglesas; Londres sufrió daños incalculables, y Coventry fue borrada del mapa. Empero, pronto la aviación y las defensas antiaéreas británicas, rápidamente organizadas, pusieron término a la superioridad enemiga en el aire.
La entrada de Rusia y Estados Unidos de América en la guerra cambió por completo el panorama en Europa, y la entrada del Japón lo transformó en una guerra mundial. La tenacidad, el amor por sus instituciones y por la libertad, forjaron la resistencia y la victoria de Gran Bretaña y sus aliados. Finalmente, en mayo de 1945, los alemanes capitularon, y en setiembre los japoneses se rindieron incondicionalmente. Se inició así una nueva era para Gran Bretaña, que tuvo que afrontar los difíciles problemas de la posguerra. El 6 de febrero de 1952, murió el rey Jorge VI, y lo sucedió en el trono su hija, la reina Isabel II.
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