Los romanos, guiados por Julio César, desembarcan en Britania por primera vez


Así estaban las cosas a mediados del siglo i, antes de Jesucristo, cuando Roma emprendió la conquista de Inglaterra. El encargado de acometer la empresa fue Julio César. En el verano del año 55, antes de Jesucristo, el gran caudillo pasó a la Britania, derrotó a los naturales que quisieron oponerse a su desembarco y tornóse a la Galia después de imponerles condiciones, cuyo incumplimiento le obligó al año siguiente a volver con fuerzas más numerosas.

Cerca de cuatro centurias fue la Britania una provincia romana. Durante ese tiempo hubo grandes generales que supieron consolidar la conquista, entre ellos Julio Agrícola, que construyó una línea de fuertes entre el Forth y el Clyde, para proteger el territorio sujeto a Roma de las incursiones que en él hacían los indómitos montañeses del norte; y entre los emperadores hubo algunos, como Adriano y Septimio Severo, que estuvieron en Britania y construyeron murallas para separar el territorio británico del de los pictos y escotos, fieros pueblos caledonios que vivían en Escocia y en Irlanda. Aún pueden verse restos de la muralla edificada entre el Solway y el Tyne, y en todo el país quedan vestigios romanos, sobre todo en el lenguaje, que perpetuará muchos nombres de lugares como Chester, Lancaster, Leicester, del latín castra (campamento), Stratford, de strata (caminos, calzadas, vías). Bajo el imperio de Roma recibieron los britanos la civilización del mundo latino. La construcción de caminos públicos, la edificación de casas de campo, la fundación de escuelas, la acuñación de monedas, la erección de estatuas, todo prueba que los britanos hicieron grandes adelantos. Hacia el siglo m, los romanos y britanos comenzaron a abandonar el culto de los dioses de sus padres y a escuchar las predicaciones que de la nueva fe difundían misioneros cristianos.