Los ingleses en Virginia; colonias para el sostén de la metrópoli


A poco de iniciados los viajes de exploración, surgieron en América del Norte cuestiones de límites entre españoles y franceses. Juzgaban éstos que la costa que recorrían era prolongación de la del Canadá, o Nueva Francia, descubierta por Santiago Cartier en 1534; entendían los españoles que no era más que la continuación del litoral de La Florida, y no cesaron hasta echar de allí a los que consideraban intrusos.

Isabel I comprendió cuánto importaba a Inglaterra tener colonias en América, que fuesen, como las de España, sostén de la metrópoli, y al efecto atendió al punto la petición que le hizo Humphrey Gilbert para poblar y descubrir allende el Atlántico tierras que no fuesen poseídas por príncipes cristianos.

Dos expediciones realizó Gilbert y ambas fracasaron, perdiendo su jefe la vida en la segunda, mas no por eso se renunció a la empresa. El ilustre Walter Raleigh, hermanastro de aquél, renovó la petición, y obtenida licencia con iguales condiciones, zarpó de Londres en 1584, puesta la proa hacia el litoral de Norteamérica. Por fin, descubrió una isla llamada de Occacock por los naturales, y desde ella penetró en una vasta tierra a la que dio el nombre de Virginia.

Repitiéronse desde entonces las expediciones, pero siempre con mal éxito, mas no por eso dejaron de ser importantísimos algunos resultados, puesto que fueron importados a Inglaterra la patata y el maíz.

Fallecida Isabel I en 1603, y elevado al trono Jacobo I rey de Escocia, decidió éste activar la colonización, a cuyo fin, habiéndose constituido una compañía, que fue llamada de Virginia, la dotó de grandes privilegios y derechos, aunque sujetándola también a terminantes obligaciones (1606). Repartió el rey en dos porciones el litoral americano comprendido entre los 34° y 45°, las cuales quedaron a cargo de las dos ramas en que se dividió la compañía primitiva y que se llamaron de Londres y de Plymouth, por ser vecinos de estas dos ciudades los que las componían.