Libros de piedra y arcilla que han permanecido indestructibles
Estos cilindros y ladrillos vinieron a ser los libros y cartas del país; y a pesar del fuego que consumió los edificios en que se conservaban, y de la humedad a que estuvieron sometidos durante su prolongado enterramiento, esos antiguos libros y esas cartas han permanecido íntegros.
La historia de Mesopotamia no fue semejante a la de Egipto, esto es, a la de un pueblo cuya vida se deslizó de un modo más o menos uniforme durante millares de años. El idioma, la escritura y la religión del país sufrieron hondos cambios, y no siempre rigió la misma forma de gobierno.
En el transcurso de los siglos vemos en el valle del Eufrates y Tigris un cambio completo de razas en los primeros tiempos, una profunda división del país en épocas posteriores, guerras incesantes y terribles, no sólo entre los rivales reinos de Asiria y Babilonia, sino entre ellos y todas las naciones circundantes. Entre estos pueblos se hallaban, al Oeste, los héteos, los sirios, los cananeos (cuyo territorio ocuparon en parte los judíos al volver de Egipto), y al Este, los elamitas, los coseos, los medos y los persas.
Los primeros pueblos históricos de Mesopotamia arrojaron del país a un pueblo primitivo, del cual se sabe muy poco. Cuando Menes edificaba su capital, Menfis, y torcía el curso del río Nilo para dar más espacio a la ciudad, existían ya otras grandes poblaciones, regidas por poderosos soberanos, cerca de la desembocadura del Eufrates (a la sazón distinta de la actual).
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