Los países africanos frente al continente negro: invasiones y exploraciones
África fue la cuna de una de las primeras civilizaciones del mundo, si no la más antigua: la egipcia. Los griegos penetraron después en ella, y fundaron colonias. Cartago se levantó junto con el predominio fenicio a pocos kilómetros de donde hoy se halla emplazada la ciudad de Túnez. Pero fueron los romanos, entre los pueblos extranjeros que dominaron la costa norte de África en la antigüedad, quienes dejaron más huellas, al punto que algunas rutas por ellos trazadas y pavimentadas se hallan aún en uso. Cuando Roma cayó, los vándalos que habían invadido a Italia también sojuzgaron el norte africano, y posteriormente fue el Imperio Bizantino el que ejerció la soberanía en aquellos territorios. Durante la sexta centuria irrumpieron los árabes, los que durante su larga dominación impusieron su religión y sus costumbres, y dieron al África septentrional un sello típico que aún perdura; esta influencia es más perceptible en el sector occidental de la aludida costa mediterránea (Marruecos), pues la oriental quedó muy pronto en posesión de los turcos otomanos. Poco contacto con los europeos tuvieron los africanos durante la Edad Media; las exploraciones comenzaron en 1416, impulsadas por el príncipe portugués Enrique el Navegante. Los portugueses recorrieron el litoral atlántico hasta doblar el cabo de Buena Esperanza. Debe recordarse que, ya en tiempos de la hegemonía cartaginesa, el almirante Hannon había transpuesto las Columnas de Hércules (Gibraltar) y recorrido parte de la costa norafricana atlántica.
Fueron los portugueses los primeros que establecieron una ocupación formal de las tierras africanas: ellos fundaron poblaciones en la zona costera oriental del Continente Negro, y poco después ingleses y franceses comenzaron a instalar factorías destinadas al innoble tráfico de esclavos; durante casi dos siglos, alrededor de quince millones de seres humanos fueron arreados como manadas y vendidos como animales, ¡por el solo delito de ser negros!
Cuando el mundo reaccionó ante semejante ultraje a la dignidad humana, y el comercio de esclavos empezó a reducirse hasta su definitiva desaparición, comenzó a mirarse hacia el interior de África con la intención de aprovechar las infinitas riquezas que se suponía ocultaba esa tierra misteriosa y desconocida.
Probablemente no hubo exploradores tan justamente famosos como David Livingstone y Henry Morton Stanley, los que al promediar la segunda mitad del siglo pasado atrajeron la atención general sobre los ignotos horizontes del Continente Negro y descubrieron las fuentes del Nilo.
Ya poco antes de la primera Guerra Mundial, África había entregado la mayor parte de sus secretos. El posterior desarrollo de la aviación, entre otros nuevos factores, aceleró el total conocimiento de aquella tierra, que, a pesar de eso, siguió despertando al solo conjuro de su nombre, ansia de aventuras y pasión por lo exótico.
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