¿Carecen los pueblos africanos de un pasado histórico?
Hasta hace poco tiempo, era un lugar común la afirmación de que los pueblos africanos, excepción hecha de los egipcios, libios y otros de la costa septentrional del continente, carecían de historia. Pero en los últimos años ha surgido una nueva forma de mirar la cuestión, ligada a la profunda transformación que desde mediados del siglo xx experimenta el ámbito político-social africano.
La historia africana anterior a la penetración colonialista europea ha comenzado así a surgir. Eruditos de todo el mundo trabajan junto a los africanos en las universidades del continente negro o en los campos arqueológicos, tratando de arrancar el secreto que encierran ruinas de remotísima antigüedad. En todos los casos, la dificultad estriba en la carencia de textos escritos, pero, con todo, ya es posible esbozar en sus líneas fundamentales la prehistoria y la historia relativamente recientes de extensas regiones de África. En resumen, se acepta como debidamente comprobado que al término de la Edad de la Piedra, los pueblos situados en las tierras bañadas por el curso inferior del Nilo y las aledañas, entonces mucho más fértiles que ahora, comenzaron a penetrar en la Historia. Corrían los tiempos de la primera dinastía faraónica y se delineaba la gran civilización egipcia, que en los siglos venideros ejercería incontrastable influencia sobre los territorios situados al sur y al oeste del valle del Nilo, y, remontando el curso del río, se haría sentir en el corazón del macizo etiópico-sudanés; impulsaría la creación del reino de Napata y de la civilización kushita, vigente durante un milenio a partir del siglo ix antes de Cristo.
Hacia el oeste, a lo largo de la costa afromediterránea, se alinearían las civilizaciones libiconubienses, influidas por el poderoso foco cultural cartaginés fundado en el siglo ix antes de Cristo.
Hacia el Oriente, influyó la gran civilización del Nilo inferior en Arabia meridional, donde se alzaría el Reino de Saba, y de allí penetraría, a través del mar Erítreo, por Somalia, Kenia, Tanganyika y Mozambique.
Así fueron introducidas en el corazón del África continental, poco poblada entonces, aunque no deshabitada, las técnicas del trabajo metalífero y otras igualmente avanzadas, que fueron adoptadas entonces por los bosquimanos, negritos, hotentotes, negros y camitas continentales, aunque algunos de ellos, como los pigmeos (negritos) y bosquimanos, viven aún hoy en un estado de primitivismo idéntico al de la Edad de la Piedra.
Errando a través del continente, estos pueblos poseedores de las nuevas técnicas se mezclaron con los aborígenes y dieron origen a nuevas formas étnicas y culturales; fueron ellos los inventores de la agricultura tropical. Asentados, aprendieron a cosechar, a fundir el cobre y a fabricar con él herramientas y armas primitivas para la caza y la guerra.
Poco antes de comenzar la Era cristiana en el mundo de los blancos, los pueblos africanos meridionales comenzaron a explotar y fundir el hierro, y a fabricar con él herramientas y armas mejores: con ello les fue posible alcanzar un progreso cultural y técnico más notable. Entonces fue cuando los pueblos del centro de África comenzaron a multiplicarse y a formar el más importante grupo humano existente actualmente, esto es, el de los bantúes. En los dos milenios transcurridos desde ese momento, los pueblos africanos tuvieron su Edad del Hierro, y esa es la etapa que actualmente tratan de desentrañar los estudiosos en las universidades de África y del mundo entero.
Nada revela tan claramente el progreso que se ha logrado en esta búsqueda del pasado, como las investigaciones en torno del reino de Benin, que floreciera en las selvas de Nigeria meridional durante los siglos medievales.
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