Ruinas de antiguo esplendor ponen una nota en el paisaje de la llanura irania
Blanquecinas, como huesos de viejos esqueletos brillantes bajo el sol implacable del mediodía, se alzan en los llanos de Irán restos pétreos, imponentes, de un pasado muy lejano en el que Persia era señora del mundo conocido. En el sitio donde floreciera Persépolis, la capital de Jerjes, 11 columnas, aún erguidas de las 72 originarias, marcan el lugar exacto donde la suntuosa Gran Sala del Trono reunía a cortesanos y enviados de las más lejanas regiones del imperio, y donde el monarca dictaba sentencias. La ciudad fue destruida por Alejandro Magno en el 331 antes de J. C, y desde entonces la acción irreversible del tiempo obra sobre sus ruinas con lento pero siempre eficaz ritmo de cruel destrucción y casi irremediable olvido.
En Pasargada el viajero podrá ver una especie de túmulo cuadrangular, de una altura aproximada a cuatro veces la de un hombre, construido en piedras blancoamarillentas, reverberantes bajo los rayos del sol: es la tumba de Ciro, uno de los más grandes guerreros de la antigüedad, bajo cuyo impulso se unieron medos y persas para formar una sola nación; murió hacia el 529 antes de J. C. La leyenda histórica afirma que Alejandro Magno rindió ante el severo monumento fúnebres honores al gran rey cuyas cenizas allí descansaban.
Hoy pasan ante él mujeres portadoras de haces de ramas secas, sostenidos en equilibrio sobre sus cabezas, con los que alimentarán los fogones donde se cuece el magro alimento cotidiano; o muchachitos pastores y arrieros, a quienes asombraríamos si les relatáramos la historia de aquel gran hombre y les dijéramos que descienden de uno de los dueños del mundo antiguo.
Las tumbas de Darío y otros soberanos de la dinastía Aqueménida se hallan enclavadas en la roca; los relieves que cubren el frente, con emblemas reales y religiosos, son visibles desde gran distancia cuando los rayos del sol caen sobre ellos convenientemente; las autoridades de la nación irania tienen bajo su cuidado la conservación de estas ruinas, y tratan de evitar en lo posible su destrucción por manos inconscientes; pero el aislamiento actual de las regiones donde se hallan dificulta un tanto ese loable propósito.
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