EL EMPERADOR Y SU CRIADO
Fue un pobre al palacio de un emperador y le suplicó lo tomara como criado.
-¿Qué sabes hacer? -le preguntó el monarca.
--Quizá pueda servir de guardia a Su Majestad -respondió-. Sé vigilar cuando los otros duermen y dormir cuando los otros vigilan; sé gustar una bebida y decir si es buena o no; sé hallar los mejores convidados para una fiesta y hacer fuego sin humo.
Tomólo el emperador a su servicio, y lo hizo guardia suyo. Todas las noches, después que su señor se había retirado a descansar, el guardia se quedaba a la puerta, debidamente armado, acompañado de un perro que ladraría si alguien se acercase.
Cumplió tan bien con su obligación que después de un año el emperador le dijo que desempeñase su segundo oficio. Hizo nuestro hombre, durante el verano, una gran provisión de cosas necesarias, mientras los otros perdían el tiempo en diversiones, y así, cuando llegó el invierno, pudo holgar en tanto los otros trabajaban.
-Escucha -dijóle el emperador-, bebe esta copa de vino que me han preparado y dime qué te parece.
Apuróla el criado prontamente y repuso:
-Fue bueno; es bueno; y será bueno.
-Explícate -añadió el emperador.
-Señor -contestóle el criado-, la copa contenía vinagre, vino y mosto. El vinagre fue bueno antes de volverse agrio, el vino es bueno y el mosto será bueno cuando haya fermentado.
-Haz tu cuarto oficio -le dijo el emperador-; quiero dar una fiesta; búscame convidados dignos de ella.
Fuese el criado e invitó únicamente a los enemigos del emperador. Cuando éste vio a los invitados, irritóse grandemente, pero el criado le dijo muy respetuosamente:
-Señor, he invitado a vuestros enemigos porque si os mostráis bueno con ellos, podréis convertirlos en amigos. Y así resultó.
Pidióle después que hiciese su último trabajo, hacer fuego sin humo.
-Inmediatamente -contestó, y tomando un haz de troncos que había puesto a secar al sol durante el estío, prendió en ellos fuego y ardieron sin despedir humo.
Quedó el emperador tan satisfecho de su criado que le dio un alto cargo.
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