EL CASTILLO AEREO DEL BRUJO
Hace algún tiempo que un brujo había construido un castillo en España y lo había suspendido entre la Tierra y el Cielo. La princesa Isabel, única hija del rey, fue una de las primeras que salieron a caballo para admirar aquella obra encantada. Pero mientras estaba contemplándolo, bajó volando el brujo y se la llevó a su castillo.
Cuando el rey supo lo que ocurría, mandó a sus soldados que construyesen una gran escalera de mano y atacasen el castillo, diciéndoles:
-El que salve a mi hija se casará con ella.
Pero los soldados no podían hacer una escalera suficientemente larga para llegar al castillo, y uno tras otro fueron dejando la tarea y regresaron a sus casas. Al fin, un tal Diego, mocito labrador, era el único que quedaba. Diego pasaba el tiempo ejercitándose en el manejo del arco. Un día presentóse un gitano, y hallóle atando centenares de metros de bramante a sus saetas.
-Me quedo para ayudarte -díjole el gitano.
Diego disparó sus saetas contra la puerta de encina del castillo, y luego, torciendo los bramantes hasta formar cuerda, trepó por ella llevando el arco en bandolera y entre los dientes la saeta más afilada que tenía.
-¿Quién tira piedras? -preguntó el brujo al oír los golpes que las saetas daban al clavarse en la puerta de su castillo aéreo.
Salió el brujo para enterarse de lo que ocurría, y Diego fijó en el arco su última saeta, la más afilada de todas, apuntó cuidadosamente al brujo y lo mató. Entonces penetró en el castillo y halló en él a la princesa Isabel. Condújola a la puerta, pasóle la cuerda por debajo de los brazos y la bajó suavemente, hasta que llegó a los brazos del gitano. Pero antes de que Diego tuviese tiempo de bajar, el gitano pegó fuego a la cuerda y huyó con la princesa.
-He quemado la cuerda -dijo el gitano a Isabel- para que Diego se quedase en el castillo para cuidarlo en mi nombre. Diego no es más que mi criado; coloqué la escalera, maté al brujo y mandé a Diego arriba para que os bajase hasta mis brazos.
La princesa no le creyó; pero sí el rey. Vistieron al gitano un espléndido traje y empezaron los preliminares para la boda. Entretanto, Diego buscaba el medio de salvarse y halló, por fin, una rueda que servía para imprimir movimiento al castillo aéreo, y otra para bajarlo a tierra. Luego hizo rumbo hacia Madrid y paró junto a la iglesia en el preciso momento en que se acercaba el real cortejo que a ella se encaminaba para celebrar los desposorios. Al abrir la puerta del castillo y presentarse Diego, el gitano saltó de la real carroza y aterrorizado huyó. Entonces la princesa Isabel, volviéndose al rey, dijo:
-Éste es el hermoso mancebo que mató al brujo y me salvó.
-Perfectamente -contestó el rey-; entonces que sea tu esposo.
Y de esta suerte Diego y la bella princesa uniéronse felices; pocos años después murió el padre de Isabel y Diego fue rey de España.
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